j - Memoria Chilena

vitando a 10s hombres a un p aw en la carroza ne-
gra.
Estaban nerviosos. El ansia sexual de Cancino
10s contagiaba. Sentian 10s mhculos acerados, pode-
rosos de furia contenida bajo las ropas domingueras.
Pasaron en silencio junto a la Compafiia de Electri-
cidad. Al frente, en la esquina, bajo las luces verdes
del Hotel Mletro, un grupo de patinadoras elegantes
conversaba con animacibn.
Cancino 10s detuvo un momento.
-Voy a tentar suerte. Si agarro vuelo con un
cuero que me guste, nos vemos dentro de una hora
en el Bar Amaya. Espbrenme un minuto. Hay una de
sombrero wrde que le vengo echando el ojo . . .
-De acuerdo nortb Domhguez-. Te espera-
mos a1 frente. Si te vemos entrar al hotel, nos vamos.
Anda no mks, chico. Nosotros te aplaudimos a la
vue1 t a.
Cancino cruzb la calk y durante un par de mi-
nutos se defendib de las mujeres de pequefia estatu-
ra. Sus compafi,eros no px5.n detalle.
Esa debe ser la que busca Cancino 4 ijo Cau-
camfin.
De 'una confiteria salic5 una morena fuerte, alta,
elegante, de grandes ojos y pechos. Sobre la cabeza
se le equilibraba una complicada boina verde.
-La conozco -dijo Domfiguez-. Es muy tie-
sa. Creo que el chico Ckcino no agarra viaje.
La daifa se movia con lentitud, desafiadora, co-
mo una fragata de lujo. Cancino la alcanztr a la
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