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Compr6 un cuaderno grueso y fue pegando<br />
boxeadores, recortados de viejas revistas deportivas.<br />
A solas, frente a1 espejo, le gustaba fantasear y<br />
tomarse examen.<br />
“Ahora, la guardia de Jorge Carpentier. Veamos<br />
las tres guardias de Jack Dempsey.. . La de pelea y<br />
las dos de fantasia.. . Este es Luis Vicentini, de per-<br />
fil.”<br />
Memorizaba historias de boxeadores nacionales<br />
y extranjeros. La imaginacibn se le iba poblando de<br />
guardias, fintas, . contragolpes, esquives y fueras de<br />
combate. Los cachuchos se le antojaban una suce-<br />
cih de rings abandonados, sin cuerdas.<br />
Pincho Gonzklez, vieja gloria del pugilism0 pam-<br />
pino, lo iba puliendo con paciencia infinita.<br />
-Hay que ganar la eliminatoda, Caucamkn. Las<br />
manos no tan cerraclas; se cansan 1s mufiecas. A<br />
medio cerrar, no mas. Hay que apretar las manos a1<br />
tirar el golpe. . . No tan parado. El cuerpo, suelto . . .<br />
Asi. . . A ver, tira la izquierda, en puntete. . . Cerra-<br />
dita la guardia.. . Pega 10s golpes, por dentro; no<br />
gmletees. M&s agachada la cabeza. Hay qn? cuidar<br />
el math.. .<br />
Llevaba, apenas, tres meses de prkctica. Algunos<br />
dirigentes eran de opini6n que esperara un afio m&s.<br />
Otros, y entre ellos el entrenador, pensaban que con-<br />
venia llevarlo a Santiago. La delegaci6n era muy<br />
chica y liviana. No tenian hombres en las categorias<br />
a:tas. El peso medio estaba bajo control m6dico y el<br />
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