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dos. Quh redamar al grbitro, per0 6ste se reia,<br />
amenaz8ndolo con un garrote.<br />
Entonces aparecia San Pancracio, balancehndose<br />
en lo alto, sobre un trapecio, cerca del techo. El san-<br />
to volaba dando vueltas circulares sobre 10s especta-<br />
doms y, de pnto, se plant6 sobre el ring con una<br />
espada en alto. El pbxeadur enemigo se batia en<br />
derrota y Cau,cam8n era declarado vencedor . . .<br />
A la mafiana siguiente, recordaba, en todos sus<br />
detalles, el extrafio sueiio. Estuvo a punto de conthr-<br />
selo a Dominguez, pero, para su suerte, 6ste dormia<br />
como un lir6n.<br />
Busc6 en la maleta dos nberos de la revista<br />
Frigia, que le habian regalado en el gimnasio, y de-<br />
sayun6 solo.<br />
Era muy temprano. Sus compafieros no daban<br />
sefiales de vida. La mafiana, fresca y luminosa, lo<br />
condujo a la Plaza de Armas. Un pequeiio lustrabo-<br />
tas uniformado de azul le mir6 1os.zapatos con aire<br />
de reconvenci6n. Acept6 sus servicios.<br />
El muchacho queria plata y conversacibn; Cau-<br />
camh se enfrasc6 en la lectura.<br />
Alli estaba de nuevo San Pancracio, con su his-<br />
toria en versos ilustrados:<br />
Pancracio vive en la Frigia;<br />
su 'padre, que es noble y rico,<br />
en el trance de la muerte,<br />
lo ha emmendado a su tio.<br />
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