j - Memoria Chilena

I
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Las voces plafiideras de las vendedoras lo envolvian
con un h6lito de frescura. El piso estaba siempre
hhedo y un penekante olor a flares' y a arbustos
macerados impregnaba el ambiente.
-dVa a querer un ramito?
-LVa a queller m corona baratita? iVa a lle-
, va~ una cmz?
Un sinfh de chiquillos y hombres de mirar duro
ayndaba a mar, con cuerdas y tmms de almbres,
el pino de las coronas y otros artificios funerales.
Las cruces y medallones, en forma de estandar-
te, se exhibian sobre tripodes de madera, en el cen-
bro del patio. Caucarn&n se muVia con cierta pram-
Ta, evitando la mirada inquisidora de 10s vendedmes.
Abandun6 el recinto de las floristas y dej6 p wr
algunos minub, c6nbmplando carteles die cine fren-
te al Tatm l3almaceula.
Se regodeaba antes de propmcionarse el gran
espectkculo. Los charlatanes conversaban en grupos,
calculando el momento propicio para iniciar la faena.
En el suelo se alineaban, a medio’ abrir, maletas con
serpienh, ca;ma.lmnes y productos mttgicos. Dku-
tian 10s turnos.
El p6gil 10s conocia a todos y les admiraba, con
envidia, el gesticulante oficio. Un trabajo aliviado y
divertido. Eso era vida. Gritar y discursear un par de
horas y embolsicarse 10s billetes.
“Mejor que el boxeo”, pensaba para sus adentros.
De pie, sobre la plahforma de oemento del Ser-
vicio Higihico, apoyado en m faro1 verde, habia
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