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’<br />
todo iba a mezclarse en una empinada jarra del hotel.<br />
Poco a poco y ante la escasa vigilancia del delegado,<br />
que rara vez comia con ellos, el grupo boxeril<br />
se fue disprsmdo. ‘I’ejo, Cancino y Aqaevque, por<br />
razones de estatura, andaban siempre juntos. Domhguez,<br />
p&o amigo de caminatas matinales, se levantaba<br />
tarde y nunca se acostaba muy temprano.<br />
Caucamgn se adapt6 gustosamente a su nuevo<br />
estilo ‘de vida.<br />
Por las mafianas corria un poco por 10s parques.<br />
Regresaba a1 hobel, y despu&, con cualquier pretexto,<br />
desaparecia rumbo a 10s barrios y paseos p~blicos.<br />
F’recuentaba la Plaza de Armas, 10s dos cerros, y<br />
se conocia de memoria las mejores y m&s iluminadas<br />
galerias comerciales de la capital. Dia a dia, ampliaba<br />
su radio urbano.<br />
Con tiempo libre, Santiago le parecia estupendo.<br />
Una tarde descubri6 el cine rotativo. A la una y<br />
media de la tarde, hora que le pareci6 inmoral, sentad0<br />
en una platea en la que sonaba uno que otro<br />
beso, se repiti6 dos veces el programa completo.<br />
Lleg6 a1 gimnasio con 10s ojos afiebrados y veinte<br />
minutos de atraso.<br />
Gutikrrez lo reprendi6 con desganada severidad.<br />
Caucamh cumplia todas las instrucciones del entrenador,<br />
per0 sin entusiasmo. Su hico deseo era permanecer<br />
en Santiago el mayor tiempo posible.<br />
U n mes. Si pudiera quedarme un mes. . .<br />
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