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Sentiase derrotado de antemano. El mundo se le ha-<br />
bia vuelto enemigo. Domhguez, su compalrero. . .<br />
No podia creer.<br />
El centro brillaba en todo su esplendor, bajo un<br />
sol glorioso. Lo que antes le entusiasmaba, el desfile<br />
elegante de las mujeres, 10s autom6viles de lujo, el<br />
vooear jubiloso dfe lus diarios de mediodia, se le an-<br />
tojaba ahora distante, doloroso.<br />
“Tengo que ser duro - se decia-. No quiero nin-<br />
gfin enredo. Voy de frente. Si me pegan, que me pe-<br />
guen. iPor cinco mil pesos! iQu6 se han figurado!<br />
iPor ningfin precio!” .<br />
Sentia el escomr de no haber terminado cabal-<br />
mIentie la escena con el Tirante. Debla ‘haber aclara-<br />
do la figura. Haberlo desengaiiado de alguna mane-<br />
ra. Por suerte quedaba tan poco. . .<br />
El Tirante Cardmil volvi6 a su mlesa y pidi6 una<br />
caiia de vino. La garzona no se atrevi6 a preguntarle<br />
nada. Frente a 10s tajeados, cerrar la boca. El muchacho<br />
habia huido como alma perseguida por el diablo.<br />
LPor que seria?<br />
R’umi6 su derruta el pilastrero, entye eriojado y<br />
divertido. Habia pmpuesto algo f&cil y simple. De. todas<br />
maneras, el nortino iba a la derrutia. ~Qu4 ~~~111to<br />
tenia el dejarse golpear cmmo una ,b;olsa? En vez<br />
de oonduir deshmho,y con algh diente menos, podia<br />
abandonar decorosmente y ganarse unos pesos.<br />
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