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Scherzo. Núm. 99

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T:il como existen amores quem.ilan. hay amistades que aplastandejándonos perplejos y dispuestosa refugiarnos en la másabsoluta y bendita soledad. Asínos vemos a veces obligados, enpura autodefensa, a traicionar a personasbienintencionadas, provistas de lamejor voluntad del mundo. Sin duda unacto de execrable puro necesario egoísmoTodos conocemos el placer decompartir nuestras audiciones musicalescon los amigos de confianza, pero laexperiencia nos ha enseñado a ser prudentesen tste aspecto y mostrarnosparsimoniosos con el tiempo, para unostic ocio y para otros de duro c imprescindibletrabajo. Nada más lejos denosotros que imponer nuestros muyparticulares gustas musicales a nuestrospróximos, o al revés someternos a losde ajenos. Nadie debe ser profeta enninguna tierra, y no tenemos, desdeluego, ningún afán de actuar comomisioneros de nada en esta vida. Cadauno de nosotros ha encontrado, consuerte y por instinto, nuestro caminopor el jazz, y difícilmente se nos puedealejar de lo que consideramos nuestropatrimonio y nuestro tesoro. Ya no esla curiosidad lo que nos mueve, y sisurgiera algún que otro fenómenonuevo de valor, como todavía ocurreaunque con poca frecuencia, sabríamosencontrarlo solos, sin apenas ayuda.Por otra parte sentimos, claro está,como algo casi milagroso, cuando coincidimosplenamente con nuestro entornoen el tan complicado terreno musical.F.n este aspecto las auténticas amistadesson raras y no se pueden ni sedeben forzar,¡Cuántas veces me ha ocurridohallarme con gente aparentementeabierta para un diálogo sobre la músicaque me interesa! Suele tratarse deencuentros fugaces con personas que .sevan y luego me escolien para continuarel contacto. A sus cartas añaden a vecescintas o dLscas que me hacen comprenderque apenas tenemos nada encomún y que todo fue un espejismo.Me cuesta contestarles con sinceridad, ycasi siempre prefiero callarme. Hacealgún tiempo conocí a un escandinavocon quien hablé mucho acerca de laobra de Duke Ellington que parecíacontx~er bastante bien. De repente meempezó a hablar de un saxofonista queme era totalmente desconocido, un talDave Koz que según él era ia nuevamaravilla de los noventa. Mi ignoranciale causó una sorpresa mayúscula, y notardó en enviarme un CD intituladoLucky Man con dicho músico america-138 MtUz,EPISODIOSno. Descubrí un auténtico espanto demal gusto y absoluta falta de personalidad,Como el tal Koz hay una legión desaxofonistas que pertenecen a la tristeescuela de Kenny G. ídolos de grandesmuliilude» que suenan invariablementecomo vulgares y aburridos autómatas.Otro ejemplo; hace un par de veranos,una |oven pareja vino a mí para recogerinfonnación y recibir consejos diseográficosacerca de Charlie Parker \ JohnColtrane que. según me dijeron, habíanescuchado con creciente interés por lasondas. Les di una lista de las grabacionesimprescindibles de los dos históricossaxofonistas creyendo haberlesentregado las llaves de cierto paraíso.Meses más tarde recibí un par de cassettesllenos de la llamada World Music,emisiones de radio que habían tenido lagentileza de grabar para mí porque es lamúsica que más les apasiona. Y otra vezme quedé sin saber cómo reaccionar.Porque la verdad es que en aquellasBen Websler, Copenhague 1.>.Nieswand Verlag, Kiel, Alemaniahoras de música no hay. según mi nadaextraordinario oído, na

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