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Scherzo. Núm. 99

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Desde los setenta cualquiernuevo Orfeo monteverdia no.cualquier Poppea o Vtisse,encierra un diálogo con Harnoncourt.Por atenernos aOrfeo, las lecturas anteriores ala del Concentus musicus de 1969,incluida la del infortunado Corboz(cuyo espléndido Orfen -Éralo- se viosuperado en unos meses; repetirá,helas!, mediados los ochenta, arropadoen imágenes), resultan inmediatamenteobsoletas {y, sin embargo, los viejos nopodran olvidar nunca el efecto que lesprodujo la lectura de Wenzinger delaño 1955 -Archiv-, mas jqué lejosqueda!). Como ocurre siempre con algoque revoluciona las cosas, tardamoscierto tiempo en darnos cuenta. Noparece haber nacido quien supere alHarnoncourt de 1969, ni siquiera elpropio Hamoncourt en 1981. Hayquien le ha seguido con enormefortuna, y le ha matizado; es elcaso de Medlam y Rogers (EMI) amediados de los ochenta, quedesde hace un par de añas está yaen CD. Hay quien se superó a símismo gracias a Harnoncourt: ahíestá la espléndida Poppea de Malgoirepara CBS (quién lo hubieracreído). No fue el caso de Gardiner,que se precipitó en los abismosde un callejón sin salida(Archiv). Lo ha logrado ReneJacobs, en este registro ejemplarque sigue a unas funciones salzburguesasde 1<strong>99</strong>3- Entre las lecturasde Calusio (1943) y Koch(1954) y esta de Jacobs queda el testimoniosonoro de lo que ha sido larecuperación del Barroco inicial, unaaventura del siglo XX, no anterior, quese desarrolla con iniciativas como las ded'Indy. y también Orff (cuyo Orfeo, hoyinaudible, hizo posible estos otrtís).EL RETORNO DE ORFEOEl drama de comienzos del sigloXVII no .se puede traducir con ingeniosidadesde ésas tan propias de los directoresde escena que, acaso sin saberlo,detestan este teatro. Y menos aún conlos improvisados criterios de nuestroscolegas discógrafos, que aluden a conceptoscomo sentido dramático sinexplicar nunca de qué están hablando.La dramaticidad del Orfeo es anterior(¡ojo!) tanto al gran teatro del Siglo deOro español como a la tragedia francesa;es contemporánea, pero lo ignora, delteatro isabelino. En lo musical es herederade dos antítesis: la vieja polifonía dela Contrarreforma, a la que quiere negar;y la naciente monodia que nada tieneque ver con la monodia estricta delMedievo, porque es monodia esencialmentepolifónica (suenan varias voces,una de ellas maestra). Pero esta músicapone en escena una concepción aúnbastante estática, no tiene nada que vercon las consecuencias de lo que obrascomo ésta están proponiendo por vezprimera, como el estilo concitólo, y esmuy peligroso adjudicarles ese criterio,porque o vamos a la frustración o al forzamientoestéril de su estética. Hor esohay que recuperar, escavar en el pasado,y ver cómo se hacía aquello, cómo seproducía esa dramaticidad. Es unaempresa condenada, pero no al fracaso,sino a la inexactitud. La inexactitud conrespecto a lo efímero de aquel teatroque tenía mucho de cortesano y bastantede popular, porque en aquel entoncesno se había abierto el abismo insalvableentre ambas seasibilidades. Felizmente,con Orfeo es imposible la arbitrariedaddel director de escena moderno, no lepuede convertir en nazi, en comunista,en pequeño-burgués, en payaso (aunque,quién sabe...) Y parece necesarioseguir investigando, inventando, fantaseandoa partir de realidades (la fantasía esla condición del creador, la actualizaciónes la coartada del arbitrario). Jacobslleva algo más de diez años dentostrandoque tiene auténtico interés en esterepertorio. Desde aquel Xerse (Cavalli)por el que, antes de oírlo, pocos dabanMONTEVEHDI: LOrfea. LaureareDale (Orfeo), Efral Ben-Nun (Eurídice/LaMúsica). Paul Gérimon(Carontc), Jennifer Larmore (Mensajera),Bernarda Fink (Proserpina),Harry Peelers (Plutón), AndreasScholt (La Esperanza). NicolásRlvenq (Apolo). Concertó Vocale.Director Rene Jacobs. 2 CD HARMO-NÍA MUNDI FRANCE 901553-54.DDD. 119'50". Grabación: DeutschlandRadio,1/1<strong>99</strong>5. Productor: MartínSauer. Ingeniero: Martin Andrae.D I S C O SEstudioun duro, Jacobs ha demostrado que sucarrera como inimitable contratenor erala base de un musicazo que entendía elperíodo como pocos. La dramaticidaddel Orfeo de Jacobs tiene mucho deestático, porque tiene que ser así; y loscontrastes entre la austeridad del recitativosemiseco (con perdón) y entre lasrfrnras más o menos madrigalescas mantienenuna tensión que es preciso degustarcon criterios de belleza y sensibilidad,no con juicios forjados en la cinefilía delsin respiro. Parece mentira que haya queadvertir esto. Pero quien quiera emocionesfuertes de la ingenuidad melodramáticaitaliana del XLX lo tiene muy duro enlas versiones filológicas del Orfeo. Harnoncourtrecibió reproches de antidramaticidaden 1970. Ahora nadie se atreveríaa semejante insolencia. Así que, pornuestra cuenta y por si acaso, advertimosde ello. No, no se acerque a esteOrfeo quien busque emocionesfuertes; y, en general, no se acerqueal Monteverdi más intenso y másfiel. Acerqúese quien busque laemoción de recuperar, en la medi-(,1a de lo posible, lo que en rigor esirrecuperable.Los cantantes son, más que estrellas,especialistas. Esto es, practicantesde un arte que se lleva mal conviajar demasiado en avión y grabartodo el repertorio operístico del granpúblico. Dale, Ben-Nun. Larmore yios demás crean un oratorio-drama- que responde a las líneas teatralesde una implacable concepción escénica,la de Jacobs, que se toma libertadesperfectamente plausibles (como laelección de un contratenor, Schcjíi, para elpersonaje de la Esperanza).Estarnas, en fin, ante un Orfeo queparte de la estética de Harnoncourt,pero con una propuesta muy distinta.Que en lo inmediato se traduce en tempidiferentes, incluso en propuestas instrumentalesalgo distintas; en una líneavocal que matiza y enriquece aquélla, yque no pretende superarla, sino proponerotros caminos; por ejemplo, en losprocedimientos tan propios del Barrococomo la libre utilización de síncopas,notas de adorno (el adorno es en esterepertorio esencia, no contingencia),boquetas, melismas, peso del recitativodramático... Escuchen los hamoncourtianoseste Orfeo más de una vez antesde desecharlo. Tal vez vean entoncesque aquel registro de 1969 tiene ahorados compañeros inseparables en el Parnasode las referencias: este, claro está, yel del Medlam y Rogers de 1984.Santiago Martín Bermúdez59

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