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Delirium

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«Esto está mal», dice una voz en mi interior. Pero no es mi voz: es la de otra persona, una mezcla de<br />

Carol y Rachel, y todos mis profesores, y aquel evaluador mohíno que me hizo casi todas las preguntas en<br />

la segunda evaluación.<br />

—No —consigo decir en voz alta. Aunque hay otra palabra que se alza y se eleva en mi interior,<br />

burbujeando como el agua fresca surgida de la tierra: «Sí, sí, sí».<br />

—¿Por qué? —su voz es apenas un suspiro.<br />

Sus manos encuentran mi rostro, sus yemas me rozan la frente, la parte superior de los oídos, el hueco<br />

de las mejillas. Por donde toca, esparce fuego. Todo mi cuerpo arde, los dos nos estamos convirtiendo en<br />

chispas gemelas de la misma llama brillante y blanca.<br />

—¿De qué tienes miedo? —pregunta.<br />

—Tienes que entender que yo solo quiero ser feliz —apenas puedo pronunciar las palabras. Mi mente<br />

es una neblina, está llena de humo, no existe nada más que sus dedos bailando y deslizándose sobre mi<br />

piel, por mí pelo. Ojalá pudiera parar. Deseo que continúe para siempre—. Solo quiero ser normal,<br />

como todo el mundo.<br />

—¿Estás segura de que ser como todo el mundo te va a hacer feliz?<br />

El más tenue susurro, su aliento en mi oído y en mi cuello, su boca rozando mi piel. Y entonces<br />

pienso que tal vez me haya muerto de verdad. Quizá el perro me mordiera y me golpearan en la cabeza y<br />

todo esto sea solo un sueño. El resto del mundo se ha disuelto. Solo queda él. Solo quedo yo. Solo<br />

nosotros.<br />

—No conozco otro modo.<br />

No noto que mi boca se abre, no siento las palabras que salen, pero ahí están, flotando en la<br />

oscuridad.<br />

—Déjame que te muestre —dice.<br />

Y entonces nos besamos; al menos, creo que es eso lo que hacemos. Solo lo he visto hacer algunas<br />

veces, como un picotazo breve con la boca cerrada en bodas o en ocasiones formales, pero esto no se<br />

parece a nada que haya visto antes, o que haya imaginado, ni siquiera soñado. Esto es como la música o<br />

como el baile, pero mejor que ambos. Su boca está ligeramente abierta, así que yo abro también la mía.<br />

Sus labios son suaves y ejercen la misma presión delicada que la voz calladamente insistente que repite<br />

«sí» en mi mente.<br />

Siento cada vez más calor en el pecho, olas de luz que se hinchan y rompen y me hacen creer que<br />

estoy flotando. Sus dedos se entrelazan con mi pelo, me acarician el cuello y la nuca, me rozan los<br />

hombros y. sin pensar en ello y sin que intervenga mi voluntad, mis manos encuentran su cuerpo, se<br />

desplazan por el calor de su piel, por sus omóplatos como puntas de ala, por la curva de su mandíbula,<br />

cubierta apenas con una sombra de pelo, todo ello extraño, desconocido y glorioso, deliciosamente<br />

nuevo. Mi corazón late tan fuerte que me duele, pero es un dolor agradable, como la sensación que se<br />

tiene en el primer día de verdadero otoño, cuando el aire está frío y los bordes de las hojas se tiñen de un<br />

rojo encendido y el viento huele vagamente a humo; me siento como si fuera el final y el comienzo de<br />

algo, todo a la vez. Bajo mi mano, juro que siento su corazón palpitando en respuesta al mío, un eco<br />

inmediato, como si nuestros cuerpos se hablaran el uno al otro.<br />

Y de repente me parece todo tan ridículo y estúpidamente claro que me dan ganas de reír. Esto es lo<br />

que quiero. Esto es lo que siempre he querido. Todo lo demás, cada segundo de cada día que ha pasado

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