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denunciaran por escuchar música y reír en exceso, síntomas en potencia de los deliria. Comprendí por<br />
qué ocultaba una insignia militar de mi padre, una daga de plata que él a su vez había heredado de su<br />
padre y que ella se metía por dentro de la blusa cada vez que salíamos, para que nadie la viera y<br />
sospechara. Comprendí que los momentos más felices de mi infancia eran una mentira. Estaban mal y<br />
eran peligrosos e ilegales. Eran propios de gente extravagante. Mi madre era una persona extravagante, y<br />
probablemente yo había heredado esa rareza.<br />
Por primera vez, me pregunto realmente qué debió de pensar y sentir la noche en que fue caminando<br />
hasta los acantilados y siguió dando pasos, con los pies pedaleando en el aire. Me pregunto si tendría<br />
miedo. Me pregunto si pensaría en mí o en Rachel. Me pregunto si lamentaría dejarnos atrás.<br />
También pienso en mi padre. No le recuerdo en absoluto, aunque tengo una impresión antigua,<br />
borrosa, de unas manos cálidas y ásperas, y de un rostro ancho que aparecía flotando por encima del mío,<br />
pero creo que eso es solo porque mi madre tenía en su habitación un retrato enmarcado de mi padre y de<br />
mí. Yo solo tenía unos meses y él me sostenía, sonriendo mientras miraba a la cámara. Pero no hay forma<br />
de que yo recuerde nada de verdad. Ni siquiera tenía un año cuando él murió. Cáncer.<br />
El calor es pesado, horrible, parece cuajar en las paredes. Jenny está tumbada de espaldas, con los<br />
brazos y las piernas extendidos sobre la colcha, respirando en silencio con la boca totalmente abierta.<br />
Hasta Gracie está profundamente dormida, murmurando sin sonido contra la almohada. Todo el cuarto<br />
huele a aliento húmedo, a piel y a leche caliente.<br />
Salgo de la cama sin hacer ruido, ya vestida con vaqueros negros y camiseta. Ni siquiera me he<br />
molestado en ponerme el pijama. Sabía que esta noche no iba a ser capaz de dormir. Y durante la velada<br />
he tomado una decisión. Estaba sentada a la mesa de la cena con Carol, el tío William, Jenny y Gracie.<br />
Todos masticaban y tragaban en silencio, mirándose unos a otros sin expresión, y yo sentía que el aire me<br />
presionaba hacia abajo dificultándome la respiración, como dos puños que apretaran más y más un globo<br />
lleno de agua. Entonces me di cuenta de algo.<br />
Hana había dicho que yo no lo llevaba dentro, pero se equivocaba.<br />
Me late el corazón tan fuerte que puedo oírlo y tengo la certeza de que los demás lo van a oír también,<br />
que mi tía se va a incorporar de repente en la cama, lista para atraparme y acusarme de intentar huir a<br />
escondidas. Que por otra parte es, exactamente, lo que me propongo hacer. Ni siquiera sabía que un<br />
corazón pudiera latir tan fuerte, y eso me recuerda un relato de Edgar Allan Poe que tuvimos que leer<br />
para una de nuestras clases de Estudios Sociales: un tipo mata a otro, y luego se entrega a la policía<br />
porque está convencido de que puede oír los latidos del corazón del muerto, enterrado bajo las tablas del<br />
suelo. Se supone que es un cuento sobre la culpa y los peligros de la desobediencia civil, pero cuando lo<br />
leí por primera vez me pareció que era melodramático y cutre. Ahora, sin embargo, lo entiendo. Poe<br />
debió de escabullirse de su casa un montón de veces cuando era joven.<br />
Abro suavemente la puerta del dormitorio, conteniendo el aliento mientras rezo para que no chirríe.<br />
En cierto momento, Jenny suelta un grito y se me para el corazón. Pero luego se da la vuelta pasando un<br />
brazo por encima de la almohada, y me relajo lentamente al darme cuenta de que simplemente se ha<br />
alborotado en sueños.<br />
El pasillo está totalmente oscuro. La habitación que comparten los tíos también está en tinieblas, y lo<br />
único que se oye es el susurro de los árboles en el exterior y los gemidos y crujidos de las paredes: los<br />
ruidos artríticos normales en una casa vieja. Por fin, reúno el coraje para salir al pasillo y cerrar la