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tiene de escuchar: me mira sin pestañear con sus ojos cálidos y brillantes, sin juzgarme nunca. Incluso en<br />
una ocasión me decido a contarle lo último que ella me dijo. De pronto, me dan ganas de llorar y él<br />
simplemente se sienta y me acaricia la espalda. Se me seca el llanto. La calidez de sus manos hace que se<br />
me quite.<br />
Y, por supuesto, nos besamos. Nos besamos tanto que cuando no nos estamos besando parece raro,<br />
como si ya me hubiera acostumbrado a respirar a través de sus labios y en su boca.<br />
Lentamente, a medida que nos sentimos más cómodos, también empiezo a explorar otras partes de su<br />
cuerpo. La delicada estructura de sus costillas bajo la piel, el pecho y los hombros, como piedra tallada,<br />
los suaves rizos de pelo claro en sus piernas, la forma en que su piel huele siempre un poco como el<br />
océano, bello y extraño. Y, lo más sorprendente, permito que él también me mire. Primero, solo dejo que<br />
me aparte un poco la ropa y que me bese en la clavícula y los hombros. Luego, admito que me quite la<br />
camiseta sacándola por la cabeza y que me tienda a la luz brillante del sol y me observe. La primera vez<br />
tiemblo. Deseo cruzar los brazos sobre el pecho, taparme, ocultarme. De repente soy consciente de lo<br />
pálida que estoy a la luz del sol y de cuántos lunares tengo, y sé que me está mirando y piensa que soy<br />
deforme o que me pasa algo malo.<br />
Pero después susurra: «Eres preciosa», y cuando sus ojos se juntan con los míos sé que es de verdad,<br />
que lo dice en serio.<br />
Esa noche, por primera vez en mi vida, me pongo delante del espejo del cuarto de baño y no veo a<br />
una chica del montón. Por primera vez, con el cabello recogido atrás y el camisón cayendo por un<br />
hombro y los ojos radiantes, creo lo que él ha dicho. Soy preciosa.<br />
Pero no soy solo yo. Todo es bello. El Manual de FSS dice que los deliria alteran la percepción,<br />
inutilizan la habilidad para razonar claramente, perjudican la capacidad para formular juicios sólidos.<br />
Pero no explica que el amor provoca que todo parezca maravilloso. Hasta el vertedero maloliente que<br />
brilla con el calor, un montón enorme de chatarra y plásticos que se funden, se vuelve exótico y<br />
prodigioso, como un mundo extraterrestre transportado a la Tierra. A la luz de la mañana, las gaviotas<br />
posadas en el tejado del ayuntamiento parecen haber sido pintadas con una gruesa capa de blanco,<br />
resplandecientes contra el pálido cielo azul. Creo que no he visto nunca nada tan bonito, tan nítido y tan<br />
claro en mi vida. Las tormentas de verano son increíbles: fragmentos de vidrio que caen, aire lleno de<br />
diamantes. El viento susurra el nombre de Álex y el océano lo repite; los árboles se balancean como si<br />
bailaran. Todo lo que veo y toco me recuerda a él, y así, todo lo que toco y veo es perfecto.<br />
El Manual de FSS no menciona tampoco la forma en que el tiempo comienza a huir.<br />
El tiempo salta. Brinca. Se escapa como el agua entre los dedos. Cada vez que bajo a la cocina y veo<br />
que el calendario ha saltado otro día, me niego a creerlo. Me va creciendo en el estómago una sensación<br />
de náusea, un peso que se hunde cada vez más.<br />
Treinta y tres días hasta la operación. Treinta y dos días. Treinta días.<br />
Y entre medias, instantáneas, momentos, meros segundos. Álex que me echa helado de chocolate en la<br />
nariz cuando me quejo de que tengo mucho calor, el zumbido pesado de las abejas que dan vueltas por<br />
encima de nosotros en el jardín, una hilera de hormigas que desfila silenciosamente sobre los restos de<br />
nuestro picnic, sus dedos en mi pelo, la curva de su codo bajo mi cabeza, su deseo susurrado: «Ojalá<br />
pudieras quedarte conmigo», mientras otro día se desangra por el horizonte, rojo, rosa y oro. Miramos al<br />
cielo e inventamos formas para las nubes: una tortuga con sombrero, un topo que lleva un calabacín, un