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Hana interviene, rompiendo la tensión:<br />
—¿Así que eso es todo? ¿Un guardia a tiempo parcial y algunos letreros de «Prohibido el paso»?<br />
Álex sigue mirándome medio segundo más. Luego se vuelve hacia Hana como si la viera por primera<br />
vez.;<br />
—¿A qué te refieres?<br />
—Yo pensaba que los laboratorios estarían mejor protegidos, eso es todo. Da la sensación de que no<br />
sería demasiado difícil allanar este lugar.<br />
Álex arquea las cejas.<br />
—¿Estás pensando en intentarlo?<br />
Hana se queda inmóvil y a mí se me hiela la sangre. Ha ido demasiado lejos. Si Álex nos denuncia<br />
como posibles simpatizantes o como alborotadoras, o como lo que sea, nos esperan meses y meses de ser<br />
vigiladas e investigadas. Y ya nos podemos despedir de nuestra oportunidad de aprobar la evaluación<br />
con notas decentes. Visualizo una vida entera sintiendo náuseas al observar cómo Andrew Marcus se<br />
saca mocos de la nariz con la uña del pulgar.<br />
Álex debe de notar nuestro miedo, porque alza las manos.<br />
—Tranquilas, estaba bromeando. No parecéis precisamente terroristas.<br />
Entonces me doy cuenta de lo ridículas que debemos de estar con los pantalones cortos de correr, las<br />
camisetas sudadas y las zapatillas neón. Bueno, por lo menos yo; Hana parece una modelo de ropa<br />
deportiva. Una vez más, noto que me voy a sonrojar y siento una ataque de irritación. No me extraña que<br />
los reguladores decidieran que había que mantener separados a chicos y chicas. Habría sido una<br />
pesadilla esta mezcla permanente de sentimientos: enfadada y cohibida, confusa e irritada.<br />
— En cualquier caso, esta es solo la zona de descarga para mercancías y esas cosas —Álex señala<br />
más allá de la línea de naves de almacenamiento—. La seguridad de verdad empieza más cerca de las<br />
instalaciones. Guardias a tiempo completo, cámaras, vallas electrificadas. De todo.;<br />
Hana no me mira, pero cuando habla puedo oír la excitación en su voz.<br />
—¿La zona de descarga? O sea, ¿Dónde llegan los pedidos?<br />
Empiezo a rezar mentalmente: «No menciones a los inválidos».<br />
—Eso es.<br />
Hana baila en el sitio, desplazando el peso desde atrás hacia delante. Yo intento lanzarle una mirada<br />
de advertencia, pero ella evita mis ojos.<br />
—Entonces, ¿aquí es donde llegan los camiones? ¿Con equipo médico y… otras cosas?<br />
—Exactamente.<br />
Una vez más tengo la sensación de que hay un destello en lo profundo de sus ojos, aunque el resto de<br />
su cara permanece totalmente natural. No confío en él, pienso, y de nuevo me pregunto por qué habrá<br />
mentido sobre su presencia ayer en los laboratorios. Quizá es solo porque está prohibido, como ha dicho.<br />
Tal vez se estaba riendo en lugar de intentar ayudar.<br />
Y, por otro lado, puede que realmente no me recuerde. Solo nos miramos unos segundos, y estoy<br />
segura de que para él yo no fui más que una cara indistinta, del montón, fácil de olvidar. No tengo una<br />
cara bonita. Ni fea tampoco. Simplemente normal, como otras mil caras que puedes ver por la calle.<br />
Él, por el contrario, no es en absoluto del montón. Es una locura que yo esté hablando abiertamente<br />
con un muchacho desconocido, aunque esté curado. La cabeza me da vueltas, pero mi vista adquiere una