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Delirium

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continuamente: «Somos más de lo que crees».<br />

Frank se relaja. Esa debía de ser la respuesta correcta. Parece decidir que Álex es digno de<br />

confianza, después de todo. Acaricia el cañón del arma, que ha dejado descansando entre sus rodillas<br />

como si fuera una mascota.<br />

—Eso es. Cuando lo oí, me quedé tieso. Claro que yo casi no le conocía. Le vi algunas veces en el<br />

cuarto de descanso, una o dos veces yendo a mear al tigre, eso es todo. En general, no se juntaba mucho<br />

con la gente. Supongo que es lógico; debió de hacerse colega de los inválidos.<br />

Esta es la primera vez que he oído a alguien con un cargo oficial reconocer la existencia de gente en<br />

la Tierra Salvaje. Trago aire bruscamente. Sé que debe de ser doloroso para Álex quedarse ahí, hablando<br />

despreciativamente de un amigo que ha sido atrapado por ser simpatizante. El castigo habrá sido severo y<br />

rápido, en especial porque él estaba en la nómina del gobierno. Lo más probable es que lo hayan<br />

colgado, fusilado o electrocutado, o que hayan dejado que se pudra en una celda, si el tribunal fue<br />

magnánimo y votó en contra de un veredicto de muerte con tortura. Suponiendo que hubiera juicio.<br />

Asombrosamente, la voz de Álex no flaquea:<br />

—¿Y cómo os llegó el chivatazo?<br />

Frank no hace más que frotar el arma. En sus gestos hay una especie de ternura, casi como si pensara<br />

que se trata de un ser vivo; me da náuseas.<br />

—No fue exactamente un chivatazo —dice apartándose el pelo de la cara, lo que revela una frente<br />

con manchas rojas, brillante de sudor. Aquí hace más calor que en los otros pabellones: el aire debe de<br />

quedarse atrapado entre estas paredes, ulcerándose y pudriéndose como todo lo demás—. Creen que<br />

sabía algo sobre la huida. Estaba encargado de la inspección de las celdas. Y el túnel no pudo aparecer<br />

de la noche a la mañana.<br />

—¿La huida?<br />

Las palabras se me escapan antes de que pueda evitarlo. El corazón se pone a saltar dolorosamente<br />

en mi pecho, nadie ha huido de las Criptas, nunca jamás.<br />

Por un instante, la mano de Frank se detiene sobre el arma, y una vez más sus dedos bailan sobre el<br />

gatillo.<br />

—Claro —dice manteniendo los ojos en Álex, como si yo no estuviera—. Habrás oído hablar de<br />

ello.<br />

Álex se encoge de hombros.<br />

—Bueno, un poco aquí, un poco allá. Nada confirmado.<br />

Frank se ríe. Es un sonido horrible. Me recuerda a una vez que vi dos gaviotas que peleaban en el<br />

aire por un poco de comida, gritando mientras se precipitaban hacia el océano.<br />

—Pues ya te lo confirmo yo —dice—. Sucedió en febrero. De hecho, fue Thomas quien dio la<br />

alarma. Claro que, si estaba implicado, la fugitiva pudo tener una ventaja de seis o siete horas.<br />

Cuando dice la palabra fugitiva, las paredes parecen derrumbarse a mí alrededor. Doy rápidamente<br />

un paso hacia atrás, me choco con la pared. «Podría ser ella», pienso, y durante un terrible momento me<br />

siento casi decepcionada. Luego me recuerdo a mí misma que tal vez mi madre no esté aquí; en cualquier<br />

caso, podría ser cualquier mujer la que se escapó, una simpatizante o agitadora. Con todo, no se me pasa<br />

el mareo. Me siento llena de ansiedad y de miedo y de un anhelo desesperado, todo a la vez.<br />

—¿Qué le pasa? —pregunta Frank. Su voz suena lejana.

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