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Delirium

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le pusieron una advertencia porque no mostraba síntomas de deliria. De vez en cuando, la gente comete<br />

errores, es biológico, es una consecuencia del mismo tipo de desequilibrios químicos y hormonales que a<br />

veces conducen al antinaturalismo: chicos que se sienten atraídos por chicos y chicas que se sienten<br />

atraídas por chicas. Estos impulsos también se anulan con la cura.<br />

Pero esta vez, al parecer, va en serio, y Hana suelta la bomba justo cuando giramos hacia Center. El<br />

señor y la señora Marks han accedido a adelantar la fecha de operación de su hija nada menos que seis<br />

meses. ¡Se va a perder el día de la graduación!<br />

—¿Seis meses? —repito.<br />

Llevamos veinte minutos corriendo a buen ritmo, así que no estoy segura de si el pesado de mi<br />

corazón es resultado del ejercicio o de la noticia. Siento que me falta el aliento más de lo que debería,<br />

como sí tuviera a alguien sentado sobre el pecho.<br />

—¿No es peligroso? —pregunto.<br />

Hana vuelve la cabeza hacía la derecha, señalaron un callejón.<br />

—Ya se ha hecho antes.<br />

—Sí, pero no con éxito. ¿Qué pasa con los efectos secundarios? Problemas mentales, ceguera…<br />

Hay muchas razones por las que los científicos no permiten que nadie menor de dieciocho años sea<br />

intervenido, pero la más poderosa es que no parece funcionar igual de bien. En los peores casos, puede<br />

causar todo tipo de problemas. Los especialistas manejan la hipótesis de que, antes de esa edad, el<br />

cerebro y sus recorridos neurológicos son aún demasiado plásticos; posiblemente estén todavía en<br />

proceso de formación. La verdad es que cuanto mayor seas en el momento de ser operado, mejor, pero a<br />

la mayoría de la gente se le programa la intervención lo más cerca posible de la fecha de su dieciocho<br />

cumpleaños.;<br />

—Supongo que habrán pensando que vale la pena correr el riesgo —comenta Hana—. Mejor que la<br />

alternativa, ¿sabes?; «Deliria nerviosa de amor. La más mortal de todas las armas mortales».<br />

Este es el slogan que está escrito en todos los folletos de salud mental que se han escrito sobre los<br />

deliria. Hana lo repite con voz carente de entonación que me produce un nudo en el estómago. El desastre<br />

de ayer me ha hecho olvidar el comentario que hizo antes de la evaluación. Pero en este momento me<br />

acuerdo y me viene a la mente el aspecto tan raro que tenía Hana, con los ojos nublados e inescrutables.<br />

—Venga —noto cierta tensión en los pulmones, y se me está formando un calambre en el muslo<br />

izquierdo. La única forma de superarlo es correr más rápido—. Vamos a darle un poco más fuerte,<br />

Babosa.<br />

—¡Dale caña!<br />

Su rostro se ilumina con una sonrisa y ambas incrementamos la velocidad. El dolor en los pulmones<br />

se hincha y florece hasta que se extiende por todas partes, desgarrando cada una de mis células y mis<br />

músculos. El calambre de la pierna me hace torcer el gesto cada vez que el talón toca el suelo. Siempre<br />

es así en los kilómetros cuatro y cinco, como si todo el estrés, la ansiedad, la irritación y el miedo se<br />

transformaran en pequeños pinchazos de aguja; entonces, apenas consigo respirar y no soy capaz de<br />

pensar en otra cosa que no sea: «No puedo. No puedo. No puedo».<br />

Y luego, igual de repentinamente, se pasa. Todo el dolor desaparece, el calambre se disipa, el puño<br />

libera mi pecho y logro respirar sin dificultad. Al momento me burbujea dentro una sensación de<br />

felicidad total, la sensación tangible del suelo bajo mis pies, la sencillez del movimiento, que explota

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