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Sin tierras no hay Paraíso

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Mezcala de la Asunción ...<br />

plean guardias en las puertas para controlar a los visitantes” (Truly, 2002: 366).<br />

Como consecuencia de la llegada de esta nueva población y los consecuentes<br />

cambios, a partir de los núcleos de Chapala –más tapatío- y Ajijic -más gringo-,<br />

toda la ribera <strong>no</strong>roccidental de este lago fue paulatinamente ocupada por<br />

proyectos residenciales. Esta ocupación del espacio se dio sobre terre<strong>no</strong>s de las<br />

comunidades indígenas del área –San Antonio Tlayacapan, San Juan Cosalá,<br />

el mismo Ajijic- que en muchos casos eran ejidales y comunales. Como suele<br />

ocurrir en los casos de turismo, su papel en un mercado de <strong>tierras</strong> campesi<strong>no</strong><br />

y su indefinición legal hicieron que la compra se diera a precios muy bajos en<br />

comparación con lo que se obtenía en el mercado inmobiliario (Blázquez et al.,<br />

2011), lo que se logró muchas veces violando la leyes locales. 15<br />

Hay infinidad de ejemplos de operaciones ilegales, pero el caso más co<strong>no</strong>cido<br />

es el de la Comunidad Indígena de Ajijic, que estuvo luchando desde 1945<br />

hasta finales de los setenta contra un fraccionador de Guadalajara que alegaba<br />

haber comprado legalmente parte de su territorio comunal. Pese a que todas<br />

las resoluciones judiciales les fueron favorables a los comuneros, las autoridades<br />

agrarias y municipales nunca reco<strong>no</strong>cieron a la Comunidad Indígena<br />

como dueña del terre<strong>no</strong>, que se acabó convirtiendo en “La Floresta”, u<strong>no</strong> de los<br />

fraccionamientos más co<strong>no</strong>cidos y exclusivos de Ajijic (Talavera, 1982).<br />

Como resultado de este proceso de desposesión territorial, las comunidades<br />

indígenas de larga data, junto con sus <strong>tierras</strong> –incluyendo lugares arqueológicos<br />

(Díaz, 2013)- perdieron buena parte de su organización social, rasgos<br />

culturales y su identidad. 16 Talavera en su estudio consideraba que Ajijic había<br />

sido objeto de un “despojo ecológico”:<br />

La ruptura definitiva de los ribereños respecto a sus medios de producción: tierra,<br />

agua, flora, fauna, etc…. La relación que guardan ahora está determinada exclusivamente<br />

por su condición de vendedores de fuerza de trabajo (Talavera, 1982: 10).<br />

Esto es exactamente a lo que se refiere Harvey cuando para definir la “acumulación<br />

por desposesión” habla del “despojo de los patrimonios sociales (<strong>tierras</strong>,<br />

recursos, riquezas, derechos) de un grupo social emplazado en una geografía<br />

específica con el fin de acumular capital” (citado en Garibay, 2010: 2).<br />

Mezcala, en esta primera etapa quedó relativamente libre de los efectos del<br />

turismo residencial, sin embargo con el cambio de siglo, las nuevas oleadas de<br />

residentes y la saturación del espacio construido hicieron que también pasara a<br />

15 Los diferenciales son escandalosos. En Ajijic, los terre<strong>no</strong>s se compraban a $1.50 o $ 2.00 pesos el metro cuadrado,<br />

ya urbanizados se vendían a $200 a $400 pesos, y una casa veraniega se compraba en 45 mil dólares (Talavera, 1982:<br />

54). En el cerca<strong>no</strong> Tecomaltán, Donald Dwyer pagó “doce o trece millones de pesos viejos por un potrero de ocho<br />

hectáreas” donde ahora “<strong>hay</strong> un fraccionamiento de jubilados estadounidenses y canadienses, que habitan casas valuadas<br />

entre 300 mil y 500 mil dólares. Pero Dan tiene muchos predios más” (“Disputan <strong>tierras</strong> de la ribera de Chapala<br />

comuneros y extranjeros”, Agustín del Castillo en El periódico, 23 de marzo de 2009).<br />

16 En la actualidad ya <strong>no</strong> se ven los bailes y demás prácticas rituales descritas por Talavera durante sus visitas a Mezcala,<br />

(Talavera, 1982: 71-75) hace más de 30 años.

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