Sin tierras no hay Paraíso
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Aura Helena Ramírez Corona 71<br />
lítica y económica de quienes mantenían una actitud crítica y de oposición al<br />
cacicazgo local, al igual que contra la iniciativa privada. En este sentido es que<br />
entendemos el ejercicio de la resistencia en El Rebalsito de Apazulco como un<br />
conjunto de estrategias de reproducción social implementadas cotidianamente<br />
por la población, con el fin de mantener un modo de vida vinculado a un territorio<br />
particular, frente a los embates de los grandes proyectos de desarrollo<br />
turístico y agroindustrial, característicos de los procesos de reorganización espacial<br />
propiciados por las políticas neoliberales (Mendoza, 2011).<br />
Durante este periodo, las iniciativas que los gobier<strong>no</strong>s estatal y federal emprendieron<br />
en la costa para fomentar el crecimiento económico de la región<br />
se concentraron primero en la pesca ribereña, más tarde en el turismo masivo<br />
de sol y playa, y finalmente en el turismo exclusivo. De esta manera, las dos<br />
primeras actividades cobraron importancia entre la población local cuando las<br />
condiciones para la privatización de la costa <strong>no</strong> fueron las óptimas. Así fue que<br />
las modificaciones hechas a la política de desarrollo costero provocaron que<br />
la pesca quedara subordinada a la afluencia y las necesidades de la industria<br />
turística en sus diferentes modalidades.<br />
Cierto es, que gracias a la inversión de recursos públicos hecha durante la<br />
década de 1990 para dotar de infraestructura turística a la costa, se diversificó<br />
la oferta de servicios del ejido al tiempo que incrementó el flujo de visitantes y<br />
los ingresos percibidos por la población local. No obstante, resulta de primera<br />
necesidad reco<strong>no</strong>cer que la inversión en el equipamiento del territorio para<br />
esta actividad, provocó también que los embates del capital privado se incrementaran<br />
hasta conseguir el desalojo de la playa.<br />
Pese a todo, durante los años en los que la pesca y el turismo ofrecieron<br />
fuentes de empleo para la población ejidal, las condiciones de vida mejoraron<br />
significativamente para la misma <strong>no</strong> sólo en térmi<strong>no</strong>s económicos, si<strong>no</strong><br />
sobre todo políticos. Las relaciones de poder a nivel local se transformaron, y<br />
quienes laboraban en el espacio costero se encontraron con que al ejercer sus<br />
oficios, podían opinar y decidir con mayor libertad sobre los asuntos del ejido,<br />
así como evitar que la iniciativa privada se apoderara de un día para otro de<br />
su territorio. Es así que los miembros del grupo dominante del ejido se fueron<br />
consolidando en los puestos de intermediación política y afianzaron una serie<br />
de relaciones en las que prevalecían la miseria y la sumisión de la mayoría de<br />
la población. No obstante, en dicho contexto surge una disputa por el poder<br />
a nivel regional que proporciona la oportunidad para cuestionar y socavar las<br />
bases en las que se hallaba fundado el poder político (Ramírez, 1989).<br />
La ocasión de conformar una cooperativa pesquera ejidal como una forma<br />
<strong>no</strong> sólo de promover la diversificación de las opciones laborales en la comunidad,<br />
si<strong>no</strong> de que las relaciones de producción de dichas alternativas fuesen<br />
sustancialmente diferentes a las de la producción agrícola, comenzó a tomar