Sin tierras no hay Paraíso
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Caciquismo y resistencia ...<br />
cadores pese a que la pesca comenzó a perder importancia desde principios<br />
de los años ochenta, comenzaron a incursionar en el turismo rústico de sol y<br />
playa en Tenacatita, y hasta principios de la década de los <strong>no</strong>venta se negaron<br />
de manera colectiva en toda ocasión, a una nueva venta de terre<strong>no</strong>s.<br />
Durante estos años, por toda la región surgieron numerosos conflictos<br />
provocados por el intento de imponer proyectos de desarrollo turístico a las<br />
comunidades costeras, pero fue en los municipios de La Huerta y Tomatlán,<br />
particularmente en los ejidos Lázaro Cárdenas, Maria<strong>no</strong> Otero, Campo Acosta,<br />
José María Morelos y la comunidad indígena de Jocotlán, en donde dichas<br />
confrontaciones se concentraron (Díaz, 2010).<br />
La implementación del Programa de Desarrollo Rural Integral de la Zona<br />
Costa de Jalisco en 1981, al igual que el decreto del Corredor Turístico Costa<br />
Alegre ocho años más tarde, son algunas de las iniciativas mediante las que el<br />
aparato gubernamental procuró impulsar el turismo en la región a lo largo de<br />
los años ochenta. Ahora veremos cómo fue que el turismo se convirtió en la<br />
principal actividad productiva del ejido y de la región, tras desplazar a la agricultura<br />
y a la pesca de los planes y proyectos gubernamentales de desarrollo, al<br />
mismo tiempo que se privatizó el litoral jalisciense.<br />
La consolidación de la actividad turística como vía para el desarrollo<br />
de la región<br />
A partir de 1989, el decreto del Proyecto Costalegre comenzó a preparar el<br />
escenario que progresivamente facilitó la privatización del litoral jalisciense, al<br />
convertir al turismo en la prioridad de la región. Desde entonces, el avance de<br />
dicha actividad justificó la expulsión de quienes habitaban y laboraban en el<br />
espacio costero, provocando a su paso numerosos conflictos. No obstante, las<br />
condiciones para la plena apropiación de este territorio por la iniciativa privada<br />
<strong>no</strong> estaban dadas aún, de modo que era la población local la que continuaba<br />
ocupando y aprovechando sus recursos.<br />
En los siguientes diez años, los ordenamientos Ecológico y Territorial realizados<br />
en 1990 con fondos del Banco Mundial (BM) en el marco del Programa<br />
Ambiental de México, contribuyeron de igual manera a formar y consolidar<br />
una “vocación” turística para la costa, así como a preparar el cami<strong>no</strong> hacia su<br />
privatización al facilitar el cambio de uso de suelo en la región (Díaz, 2010).<br />
De modo que para cuando la Reforma al Artículo 27 llegó en 1992, en el ejido<br />
se habían fraguado ya las condiciones necesarias para que la iniciativa privada<br />
volviera a intentar apropiarse de su territorio costero.<br />
Asimismo, con la entrada del Programa de Certificación de Derechos Ejidales<br />
y Titulación de Solares Urba<strong>no</strong>s (PROCEDE), la mayor parte de los ejidatarios<br />
de El Rebalsito se convencieron de que tenían mayores posibilidades