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Sin tierras no hay Paraíso

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Quemar las naves ...<br />

opuestas a Villanueva, esto con el propósito de alejar al entonces gobernador<br />

que ya traía tras de sí a los grandes inversionistas.<br />

No obstante, para entonces la especulación de <strong>tierras</strong> en la isla chica de<br />

Holbox, área de asentamiento del pueblo, comenzó a mover los intereses locales<br />

sobre la tierra y reactivar su sentido de valor. Conforme esta relación<br />

de brokers comerciales se instituyó, se abrió el debate inter<strong>no</strong> en tor<strong>no</strong> a la<br />

moralidad y los intereses de “los de fuera” que arribaron a Holbox a explotar<br />

el patrimonio nativo para beneficio personal, sin que los isleños reco<strong>no</strong>cieran<br />

algu<strong>no</strong> para ellos. Esto porque los brokers comerciales ganaron en lo individual<br />

con la venta de <strong>tierras</strong> a los turistas enamorados de la isla que decidieron optar<br />

por una segunda residencia. Algu<strong>no</strong>s de éstos más tarde se convirtieron en<br />

empresarios de servicios de hospedaje. Esta comercialización inicial detonó<br />

un diálogo crítico entre la población que identificó en la acción de los intermediarios<br />

el despojo de las propias posibilidades de circular la tierra y/o de<br />

generar renta turística para el beneficio de las familias nativas y del pueblo.<br />

Asimismo, esta tensión entre individualización y comunalidad permanecería<br />

en la discusión sobre la tierra, la apropiación del espacio en general y en sí en el<br />

conflicto sociopolítico local de mercantilización de la isla grande. En general,<br />

dicha pugna también se ubicó en un pla<strong>no</strong> distinto de interés: en el conflicto<br />

intergeneracional, en el que los jóvenes cuestionaron la decisión de los ejidatarios<br />

mayores que resolvieron vender y <strong>no</strong> invertir.<br />

Las proyecciones del turismo regional en el <strong>no</strong>rte de Quintana Roo, la cada<br />

vez mayor afluencia de turistas a la isla, así como la presencia de empresarios<br />

e intermediarios dio pie a la reevaluación colectiva e individual de la tierra<br />

ejidal, una estimación que se había dejado como residual con el auge de la<br />

eco<strong>no</strong>mía pesquera y el cooperativismo en los años setenta, pero que a partir<br />

de 1999 se revirtió y se hizo hegemónica. Por ende para los interesados en comercializar<br />

la tierra con base en la desarticulación del pacto jurídico comunal<br />

que representa el ejido, devi<strong>no</strong> en la tarea fundamental de construir la articulación<br />

de agentes con el fin de explorar, operar, y legitimar su injerencia, y desde<br />

luego para explotar el valor monetario y financiero del territorio. Como puede<br />

suponerse, esta articulación se constituyó en un proceso de facciones internas<br />

que hasta hoy día permanece vigente.<br />

La conservación “virginal” de las playas de la ensenada favoreció la visualización<br />

del territorio como mercancía y como valor dinero. La presencia de<br />

brokers con mayor poder político económico alimentó este imaginario entre<br />

los locales, que fueron haciéndose a la idea de ser “millonarios por sus <strong>tierras</strong>”.<br />

Esta percepción circuló en toda la región y los isleños se apropiaron de la misma,<br />

forjándose una idea relativamente clara del creciente valor económico de<br />

sus <strong>tierras</strong>.<br />

Los representantes de la élite regional que ya había sido favorecida por

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