Sin tierras no hay Paraíso
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<strong>Sin</strong> <strong>tierras</strong> <strong>no</strong> <strong>hay</strong> paraíso...<br />
diversificación de las actividades productivas, la intensificación de los flujos<br />
migratorios, el incremento del trabajo jornalero, la flexibilización y feminización<br />
del trabajo rural, la expansión del narcotráfico, así como una imparable<br />
apropiación territorial, degradación ecológica y acentuación de la pobreza<br />
rural (Lara, 2001; Teubal, 2001; Kay, 2009; Carton, 2009; Maldonado, 2012;<br />
Torres-Mazuera, 2012).<br />
Estos procesos generales han dado lugar a una serie de escenarios que rebasan<br />
las categorías analíticas tradicionales de la academia y que parecen estimular<br />
la imaginación literaria: ruralidad sin agricultura, zonas rurales industrializadas,<br />
pueblos fantasmas, comunidades sin hombres, poblados empleados<br />
por maquiladoras, comunidades sostenidas con las remesas de los migrantes,<br />
pueblos sitiados por el narcotráfico, campesi<strong>no</strong>s que reciben ingresos por cuidar<br />
el medio ambiente, proliferación de “Pueblos Mágicos”, y finalmente ejidos<br />
dedicados al ecoturismo o convertidos en espacios franquicia a beneficio de<br />
tour operadores internacionales, entre otras cosas.<br />
Especialmente, el ecoturismo destaca como una de las propuestas de desarrollo<br />
en el ámbito rural que ha tenido mayor impulso a nivel internacional y<br />
que condensa los principios rectores del desarrollo sustentable. En térmi<strong>no</strong>s<br />
generales se propone: 1) una ética orientada hacia el cuidado y conservación<br />
de los recursos naturales, así como el respeto por las culturas locales, 2) la promoción<br />
de la gestión comunitaria y el empoderamiento local y 3) la búsqueda<br />
de la viabilidad económica de la industria a pequeña escala, sin comprometer<br />
la conservación ecológica. Por supuesto, para poder instaurar esta propuesta<br />
de desarrollo se requiere de la instrumentación de modelos territoriales y organizativos<br />
para la administración de recursos, la participación comunitaria y<br />
el aprovechamiento de la organización social “tradicional”, a fin de reforzar los<br />
valores culturales del grupo. Como hemos señalado en un texto más o me<strong>no</strong>s<br />
reciente, López y Marín (2010), ello requiere de un e<strong>no</strong>rme aparato institucional<br />
de programas de financiamiento, capacitación, monitoreo y certificación,<br />
a fin de cumplir con las prescripciones del modelo, lo que claramente pone en<br />
evidencia el carácter hegemónico del desarrollo local.<br />
Lo realmente importante y significativo, es que estas modalidades turísticas,<br />
nacen y son pensadas para impulsar el desarrollo de pequeñas localidades<br />
rurales, que poseen territorios con recursos naturales y atractivos culturales.<br />
Se trata principalmente de territorios de pueblos indígenas y campesi<strong>no</strong>s que<br />
históricamente han sido objeto de políticas públicas por parte de los estados<br />
nacionales, y que en la actualidad experimentan grandes transformaciones en<br />
el contexto de la globalización y las políticas neoliberales. Como podemos advertir<br />
a través de distintos estudios (Daltabuit et. al., 2000; López y Palomi<strong>no</strong>,<br />
2008; Guzmán y Juárez, 2013; García, Jouault y Romero, 2015; y García et.<br />
al. en este libro), el ecoturismo se erige como una fuerza del mercado que