el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
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solamente lo pue<strong>de</strong> encontrar aquél a quien Él mismo haya <strong>el</strong>egido, a él le rev<strong>el</strong>a su<br />
forma corporal» (2, 23).<br />
El supremo Yo es, por lo tanto, Dios, no uno entres los muchos dioses., como, en la<br />
literatura primitiva, sino <strong>el</strong> Ser Supremo, <strong>el</strong> «Yo íntimo» y «Rector interior». No es un<br />
simple modo eterno d<strong>el</strong> ser, sino un agente responsable que <strong>el</strong>ige, or<strong>de</strong>na y dispone.<br />
En <strong>las</strong> primeras partes d<strong>el</strong> Veda se proponen a la veneración una gran variedad <strong>de</strong><br />
dioses. Algunos <strong>de</strong> <strong>el</strong>los son representaciones <strong>de</strong> fenómenos naturales y otros son<br />
meras personificaciones <strong>de</strong> los principios morales, Mitra, <strong>el</strong> «contrato», Varuna, según<br />
algunos investigadores mo<strong>de</strong>rnos, <strong>el</strong> «juramento», etc. Entre los dioses antiguos solo<br />
dos tienen la preeminencia y se les consi<strong>de</strong>ra como «Dios», <strong>el</strong> gobernante supremo d<strong>el</strong><br />
universo, a la manera como. Zeus goza <strong>de</strong> una posición suprema en la antigua Grecia.<br />
Estos dos dioses eran RudraShiva y Vishnu.<br />
El Shvetashvatara, texto más bien tardío y ciertamente un Upanishada postbudista,<br />
está <strong>de</strong>dicado al Dios Rudra-Shiva. Se le saluda como supremo Brahman y Yo superior,<br />
<strong>el</strong> supremo, Señor <strong>de</strong> lo eterno y lo transitorio, <strong>de</strong> lo imperece<strong>de</strong>ro y <strong>de</strong> lo perece<strong>de</strong>ro (1,<br />
10): Rudra-Shiva es «<strong>el</strong> Uno - no admite un segundo - que gobierna todos los mundos<br />
con su po<strong>de</strong>r soberano. Está sobre todas sus criaturas. Él, <strong>el</strong> Protector, crea todas <strong>las</strong><br />
cosas y <strong>las</strong> une a todas hacia <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> tiempo» (3, 2).<br />
Conocer a Dios significa hacerse inmortal: «Los que le conocen <strong>de</strong> corazón y <strong>de</strong><br />
mente como habitante d<strong>el</strong> corazón, se hacen inmortales» (4, 20). La liberación consiste,<br />
por lo tanto, en conocer a Dios «como habitante d<strong>el</strong> corazón». O le presentan como a<br />
quien tiene acceso a Brahman (6, 10) como sumergido en Brahman (1,7), lo que indica<br />
su participación en <strong>el</strong> ser eterno, o se nos presenta como «aislamiento» como en <strong>el</strong><br />
Smakhya-Yoga. Pero don<strong>de</strong> mejor se expresa la r<strong>el</strong>ación entre <strong>el</strong> «yo», Brahman y Dios,<br />
es en 2, 14-15:<br />
Como un espejo ensuciado con barro r<strong>el</strong>uce brillantemente una vez se ha limpiado,<br />
así brilla <strong>el</strong> que habita en <strong>el</strong> cuerpo (<strong>el</strong> alma en sentido occi<strong>de</strong>ntal) una vez ha captado<br />
su propio «yo» tal como es realmente, hecho uno, alcanzado su fin y liberado <strong>de</strong> todo<br />
cuidado. Ciando un hombre [así] integrado contempla a Brahman como realmente es por<br />
medio <strong>de</strong> su «yo» como realmente es, como con una lámpara, conoce entonces al no<br />
nacido, al puro Dios que trascien<strong>de</strong> todas <strong>las</strong> cosas como realmente son, y conociéndole<br />
a él] se libera <strong>de</strong> todas sus ca<strong>de</strong>nas.<br />
En este pasaje hay tres estadios en <strong>el</strong> proceso <strong>de</strong> «liberación». Primero, la<br />
integración <strong>de</strong> la personalidad total en <strong>el</strong> «yo trascen<strong>de</strong>nte»; <strong>de</strong>spués, ese Yo dirige su<br />
luz sobre Brahman como con una lámpara, ilumina toda la esfera <strong>de</strong> la existencia eterna<br />
e intemporal que antes le estaba escondida. Teniendo a la vista, sin v<strong>el</strong>os, <strong>el</strong> tiempo y la<br />
eternidad, llega a «conocer» a Dios que trascien<strong>de</strong> la eternidad y <strong>el</strong> tiempo. El «conocer»<br />
en este pasaje como en otras partes, no quiere <strong>de</strong>cir lo que normalmente enten<strong>de</strong>mos<br />
nosotros con esta palabra: es más bien un fogonazo <strong>de</strong> intuición comparada a veces con<br />
un r<strong>el</strong>ámpago, una iluminación repentina d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto contemplativo, como dirían los<br />
místicos cristianos.<br />
Los místicos cristianos, sin embargo, consi<strong>de</strong>ran la unión mística como realizada a la vez<br />
por <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto contemplativo y la voluntad. A Dios no solamente se le «comprehen<strong>de</strong>»<br />
con <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto, se le ama también con la voluntad; y la perfecta unión sólo se realiza<br />
cuando la voluntad humana se «conforma» completamente con la voluntad <strong>de</strong> Dios. No<br />
basta que se experimente a Dios como <strong>el</strong> Ser intemporal, <strong>de</strong>bemos también unirnos a <strong>el</strong><br />
en su voluntad <strong>de</strong> amor, puesto que nos ha creado, en <strong>el</strong> mundo para un fin, y este fin es<br />
algo mucho más gran<strong>de</strong> que la simple salvación <strong>de</strong> nuestra alma, es la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong><br />
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