el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>el</strong><strong>las</strong>; y, permaneciendo en Él, percibirán solamente a Dios en todas <strong>las</strong> cosas» (3, 8,<br />
29).<br />
La misma i<strong>de</strong>a encontramos en Simone Weil y en muchos otros místicos<br />
occi<strong>de</strong>ntales. Simone Weil escribe <strong>de</strong> este estado místico: «Este amor no ama a los<br />
seres y a <strong>las</strong> cosas en Dios; los ama <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>el</strong> punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> Dios (<strong>de</strong> chez Dieu).<br />
Estando en la presencia <strong>de</strong> Dios, contempla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí arriba a todos los seres y a todas<br />
<strong>las</strong> cosas, estando su mirada fundida con la mirada <strong>de</strong> Dios». El alma, entrando en la<br />
plenitud <strong>de</strong> Dios, «se hace uno con esa plenitud y todo, en todo»; se fun<strong>de</strong> en Dios como<br />
<strong>el</strong> hierro se fun<strong>de</strong> en <strong>el</strong> fuego y se trasforma en Él. No se <strong>de</strong>struye, sino que se<br />
transforma en un modo superior <strong>de</strong> ser. Unida con Dios, <strong>de</strong> ahora en ad<strong>el</strong>ante todas sus<br />
acciones serán divinas. Porque, «a medida que los hombres pue<strong>de</strong>n conocerle, <strong>el</strong> Señor<br />
les da a sus <strong>de</strong>votos su propia forma, y <strong>el</strong>los le conocen y están en Él. Y así <strong>el</strong> Señor es<br />
visible en sus <strong>de</strong>votos que le conocen, como la manteca líquida se hace visible en<br />
coágulos. La unión con Dios significa, pues, una transformación tan completa <strong>de</strong> la<br />
personalidad, que es Dios <strong>el</strong> que, actúa a través d<strong>el</strong> santo, estando <strong>el</strong> santo<br />
completamente pasivo en sus manos. La misma i<strong>de</strong>a encontramos también en los<br />
místicos cristianos medievales.<br />
Enrique Suso, por ejemplo, místico alemán d<strong>el</strong> siglo XIV escribe: «En cuanto <strong>el</strong><br />
hombre permanece en sí mismo, pue<strong>de</strong> caer en <strong>el</strong> pecado, como dice san Juan: "Si<br />
<strong>de</strong>cimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no<br />
está con nosotros." Pero, en cuanto no permanece en sí mismo, no pue<strong>de</strong> cometer<br />
pecado, como dice san Juan en su epístola, que <strong>el</strong> hombre que ha nacido <strong>de</strong> Dios no<br />
peca, ni yerra, porque la semilla divina permanece en él»<br />
En otras palabras, <strong>el</strong> hombre que ha limpiado la imagen <strong>de</strong> Dios, que es su<br />
verda<strong>de</strong>ro yo, <strong>de</strong> todo <strong>el</strong> egoísmo- y <strong>de</strong> toda la autosuficiencia que se <strong>de</strong>riva <strong>de</strong> su yo<br />
puramente humano, <strong>el</strong> hombre que es habitado por Dios, no pue<strong>de</strong>, mientras<br />
permanezca esta condición, caer en <strong>el</strong> pecado, porque <strong>el</strong> pecado, entre otras cosas,<br />
significa la separación; y en ese estado no, pue<strong>de</strong> haber separación.<br />
Con frecuencia se ha repetido que en <strong>el</strong> hinduismo existe muy poco sentido d<strong>el</strong><br />
pecado; y, en cierto aspecto, esto es verdad. Pero esta no se pue<strong>de</strong> afirmar <strong>de</strong> los<br />
adoradores <strong>de</strong> Shiva en <strong>el</strong> sur <strong>de</strong> la India, don<strong>de</strong> nos encontramos con un profundo<br />
sentido <strong>de</strong> la indignidad d<strong>el</strong> ser humano ante la presencia <strong>de</strong> la justicia y la santidad<br />
divina que en cierto aspecto nos recuerda a los <strong>gran<strong>de</strong>s</strong> reformadores. Tomemos por<br />
ejemplo estos versos, escritos en <strong>el</strong> siglo IX:<br />
Soy <strong>el</strong> gusano más vil; no sé cómo he <strong>de</strong> obrar bien; Eso sería lo que merecería, si tú<br />
correspondieses a mi maldad. Con <strong>el</strong> terrible hado <strong>de</strong> los que nunca vieron tus floridos<br />
pies;<br />
Porque aunque mis ojos han visto, y mis oídos han escuchado <strong>el</strong> encuentro <strong>de</strong> santos<br />
inocentes, Que alcanzaron tu fragrante presencia, todavía estoy aprisionado, porque soy<br />
falso, bueno para nada, excepto para comer y vestir, ¡OH León <strong>de</strong> la victoria!...<br />
Porque soy falso, y es falso mi corazón, y es falso mi mismo amor,<br />
Aunque lloro, atrapado todavía por los hechos, ¿puedo alcanzarte a ti?<br />
¡OH mi<strong>el</strong>, néctar, OH esencial dulzura, tan gran<strong>de</strong> como dulce! Dame gracia para<br />
encontrar <strong>el</strong> camino que conduce a tus pies".<br />
En este mismo sentido <strong>de</strong> la completa indignidad, es aún más impresionante <strong>el</strong><br />
fragmento siguiente:<br />
Mal, mala mi raza entera, ma<strong>las</strong> todas mis cualida<strong>de</strong>s, Gran<strong>de</strong> soy sólo en pecado, hasta<br />
mi bien es mal. Mal es mi yo más íntimo, loco, que rechaza lo puro,<br />
No soy una bestia, y nunca puedo <strong>de</strong>jar los caminos <strong>de</strong> la bestia.<br />
Puedo exhortar con palabras fuertes, diciéndoles a los hombres lo que <strong>de</strong>ben odiar,<br />
Pero no puedo darles dones, lo único que sé es suplicarles. ¡Ay! ¡Desgraciado <strong>de</strong> mí!,<br />
¿para qué he venido a nacer?`.<br />
23