el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
inmaculado. - se ve <strong>de</strong> repente asaltado por <strong>el</strong> fuego. d<strong>el</strong> Espíritu Santo; y en ese<br />
momento, como nos dice <strong>el</strong> gran santo hindú Natn'alvar, alejándose <strong>de</strong> la «trampa» <strong>de</strong><br />
Dios en la que muchos <strong>de</strong> sus corr<strong>el</strong>igionarios habían caído: «por <strong>el</strong> cese <strong>de</strong> toda<br />
inclinación a <strong>las</strong> otras cosas y <strong>el</strong> aumento <strong>de</strong> la aspiración hacia Dios <strong>de</strong> un modo<br />
intemporal y sin espacio, y a través <strong>de</strong> los dolores <strong>de</strong> la separación al no sentirlo<br />
constantemente, se consi<strong>de</strong>ra a sí mismo como una mujer, y por los dolores d<strong>el</strong> amor<br />
pier<strong>de</strong> la conciencia.» Es <strong>el</strong> principio d<strong>el</strong> amor d<strong>el</strong> alma con Dios, que ciertamente ya no<br />
tendrá fin.<br />
Todo esto, podría alguien <strong>de</strong>cir, es muy interesante, pero parece que tiene muy poco<br />
que ver con <strong>el</strong> <strong>cristianismo</strong> tal como ordinariamente se le entien<strong>de</strong>. Es verdad: pero <strong>el</strong><br />
mismo <strong>cristianismo</strong> <strong>de</strong> cuando en cuando parece como si se pasara; y cada vez que<br />
pier<strong>de</strong> su sabor, ocurre algo que le hace volver a su antiguo fervor y alienta a la Iglesia<br />
siempre joven en su triunfal carrera. El siglo pasado parece que algo se encarnó en <strong>el</strong><br />
buen papa Juan que nos recordó, por <strong>el</strong> simple hecho <strong>de</strong> ser bueno, que todas nuestras<br />
obras y toda nuestra fe son como nada si nos falta la caridad para ver, reconocer y<br />
aceptar la misteriosa acción d<strong>el</strong> Espíritu Santo don<strong>de</strong>quiera que pudiéramos encontrarla.<br />
La Iglesia reivindica para sí <strong>el</strong> título <strong>de</strong> nuevo Isra<strong>el</strong>; y, pongamos <strong>las</strong> cosas en claro,<br />
al <strong>el</strong>evar esta pretensión aceptamos la herencia <strong>de</strong> un pueblo cuya experiencia <strong>de</strong> Dios<br />
ha sido completamente diferente <strong>de</strong> la experiencia <strong>de</strong> cualquier otro. Los judíos son un<br />
pueblo especial simplemente porque han sido <strong>el</strong> pueblo, <strong>el</strong>egido. Los otros pueblos;<br />
«han buscado a tientas» a Dios; y Dios ha querido como jugar con <strong>el</strong>los al escondite (y<br />
para los hindúes <strong>las</strong> r<strong>el</strong>aciones <strong>de</strong> Dios con los hombres constantemente se han<br />
r<strong>el</strong>acionado con <strong>el</strong> «juego»). Pero únicamente <strong>el</strong>igió a los judíos entre todos los pueblos<br />
<strong>de</strong> la tierra para que fueran su propio pueblo: solo a <strong>el</strong>los se les concedió <strong>el</strong> terrible<br />
privilegio <strong>de</strong> escuchar la voz d<strong>el</strong> Dios vivo como una tremenda realidad objetiva que<br />
promulgaba mandatos y prohibiciones. En este aspecto la r<strong>el</strong>igión <strong>de</strong> los judíos está<br />
completamente aparte <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>gran<strong>de</strong>s</strong> r<strong>el</strong>igiones d<strong>el</strong> Asia oriental.<br />
Estas r<strong>el</strong>igiones aparecen más «naturales», crecen y se <strong>de</strong>sarrollan a partir <strong>de</strong> unas<br />
semil<strong>las</strong> originales, llegando primero a percatarse <strong>de</strong> una armonía última que inunda<br />
todas <strong>las</strong> cosas, y alcanzando luego la comprensión d<strong>el</strong> Autor <strong>de</strong> esa armonía, cuya<br />
b<strong>el</strong>leza está reflejada tanto en la naturaleza exterior como en <strong>el</strong> alma interior. Entre la<br />
total trascen<strong>de</strong>ncia d<strong>el</strong> Dios judío y la total inmanencia d<strong>el</strong> Dios indio hay un abismo.<br />
Podría, pues, parecer que la Iglesia como segundo Isra<strong>el</strong> tendría que estar para siempre<br />
cerrada a <strong>las</strong> <strong>gran<strong>de</strong>s</strong> r<strong>el</strong>igiones cuya visión <strong>de</strong> <strong>las</strong> cosas es totalmente incomprensible<br />
para <strong>el</strong> judío ortodoxo. Pero la Iglesia no es solamente <strong>el</strong> segundo Isra<strong>el</strong>: es también la<br />
Iglesia d<strong>el</strong> Dios encarnado, que vino para hacer que todas <strong>las</strong> cosas fueran uno en sí<br />
mismo «reconciliando al mundo consigo» (2 Cor 5, 19).<br />
Pero los no cristianos pue<strong>de</strong>n preguntarse muy bien qué necesidad había <strong>de</strong> esa<br />
reconciliación. ¿No han dado testimonio todas <strong>las</strong> r<strong>el</strong>igiones d<strong>el</strong> Asia oriental y los<br />
místicos <strong>de</strong> todos los tiempos y confesiones, y aun los que no tienen ninguna r<strong>el</strong>igión, <strong>de</strong><br />
la unidad <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> cosas en una eterna armonía que, si la vemos como es <strong>de</strong>bido,<br />
todavía se mantiene actualmente entre nosotros? A esto <strong>de</strong>bemos respon<strong>de</strong>r que<br />
ciertamente esta armonía se mantiene y atraviesa todas <strong>las</strong> cosas creadas, pues todas<br />
<strong>las</strong> cosas son lo que son porque están cimentadas en <strong>el</strong> Espíritu Santo; pero porque<br />
todavía estamos en <strong>el</strong> tiempo, nos engañamos si pensamos que, porque esta armonía la<br />
pueda experimentar quizá uno entre cien hombres, son menos reales la discordia, la<br />
miseria y la lucha en la que vivimos. En todo caso, la armonía que ven y sienten los<br />
místicos <strong>de</strong> la naturaleza, y por la que se sienten completamente penetrados, es uno <strong>de</strong><br />
tantos modos <strong>de</strong> ver <strong>las</strong> cosas.<br />
77