10.05.2013 Views

el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...

el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...

el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Como ha recalcado Simone Weil, es fácil aceptar que la Iglesia católica. sea <strong>de</strong> iure<br />

la única organización humana que pue<strong>de</strong> exigir la adhesión <strong>de</strong> toda la humanidad,<br />

porque en la persona <strong>de</strong> Jesucristo y en la Iglesia que Él fundó se cumplen <strong>las</strong><br />

concepciones más inspiradas <strong>de</strong> los orientales: tanto <strong>las</strong> <strong>de</strong> los hindúes y <strong>de</strong> los budistas<br />

Mahayana, que tien<strong>de</strong>n a la potencial <strong>de</strong>ificación <strong>de</strong> todos los seres humanos en <strong>el</strong> amor<br />

omnipotente <strong>de</strong> un solo Dios, como <strong>el</strong> i<strong>de</strong>al social d<strong>el</strong> neo-confucianismo que tendía<br />

hacia una armoniosa sociedad <strong>de</strong> seres perfectos bajo <strong>el</strong> mando <strong>de</strong> un único ser<br />

supremo y último.<br />

Pero también es verdad, aunque lamentable, que la Iglesia, aunque vive por <strong>el</strong> aliento<br />

d<strong>el</strong> Espíritu Santo y se alimenta d<strong>el</strong> cuerpo y la sangre <strong>de</strong> Cristo, sin embargo se<br />

encuentra <strong>de</strong>bilitada y afeada por <strong>el</strong> pecado. La Iglesia tiene <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí una historia <strong>de</strong><br />

sangre, persecución y fanatismo que solamente hace r<strong>el</strong>ativamente poco ha comenzado<br />

a abandonar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> a la «cordial bondad» que irradió d<strong>el</strong> corazón d<strong>el</strong> papa Juan XXIII.<br />

«Por sus frutos los conoceréis», dijo nuestro Señor; y algunos <strong>de</strong> nuestros frutos en <strong>el</strong><br />

pasado han sido amargos; frutos maleados que, si tal cosa fuera posible, hubieran<br />

corrompido incluso <strong>el</strong> mismo árbol, Cristo, d<strong>el</strong> que aquéllos nacieron. Nunca hemos <strong>de</strong><br />

olvidar los sufrimientos que la Iglesia <strong>de</strong> cuando en cuando ha hecho pa<strong>de</strong>cer a los<br />

hombres sinceros que no podían ver en <strong>el</strong>la la Iglesia <strong>de</strong> Cristo porque la misma Iglesia<br />

había borrado su imagen; y <strong>de</strong> la misma manera que Gandhi vio en la intocabilidad <strong>de</strong> la<br />

India una «mancha imborrable» y una «maldición» que había caído sobre <strong>el</strong> hinduismo,<br />

así <strong>de</strong>bemos ver nosotros, en la persecución, en <strong>las</strong> conversiones forzadas, en <strong>las</strong><br />

quemas <strong>de</strong> herejes y en todos los otros crímenes que se han perpetrado en nombre <strong>de</strong><br />

Cristo, una «mancha imborrable» y una «maldición» por la que todavía tenemos que<br />

hacer penitencia.<br />

Sin embargo, a la escala d<strong>el</strong> tiempo tal como lo ve la evolución, dos mil años son<br />

como un día, y solamente nos toca esperar que la Iglesia, a la que todas <strong>las</strong> otras<br />

r<strong>el</strong>igiones, en <strong>el</strong> curso <strong>de</strong> su propia evolución, se van acercando cada vez más tanto en<br />

<strong>el</strong> espíritu como en la doctrina, llegará un día a purificarse a sí misma <strong>de</strong> tal modo que<br />

pueda mostrar a Jesucristo no solamente como <strong>el</strong> verda<strong>de</strong>ro Mesías, sino también como<br />

<strong>el</strong> verda<strong>de</strong>ro Krishna, y <strong>el</strong> verda<strong>de</strong>ro Bodhisattva que tomó sobre sí <strong>el</strong> trabajo <strong>de</strong> salvar a<br />

todos los seres sensibles hasta <strong>el</strong> fin <strong>de</strong> los tiempos. Tenemos muchas cosas que dar;<br />

pero siempre estamos en p<strong>el</strong>igro <strong>de</strong> olvidar <strong>el</strong> arte <strong>de</strong> dar - dar sin esperar recompensa -,<br />

como Cristo dio su propia vida para que todos los hombres pudiesen ser uno, e<br />

integrados en la Iglesia tal como ésta será al fin <strong>de</strong> los tiempos: la santa Iglesia católica,<br />

que finalmente lo será <strong>de</strong> facto, «en realidad», y no simplemente <strong>de</strong> iure, «por <strong>de</strong>recho<br />

legal»<br />

Vista en este contexto, la Iglesia católica es <strong>el</strong> término medio entre la búsqueda <strong>de</strong> la<br />

salvación individual, tan típica <strong>de</strong> la India, y la búsqueda <strong>de</strong> la armonía corporativa <strong>de</strong> la<br />

sociedad perfecta, que ha sido <strong>el</strong> i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la China; es <strong>el</strong> término medio entre la absoluta<br />

trascen<strong>de</strong>ncia d<strong>el</strong> Dios <strong>de</strong> los musulmanes y la absoluta inmanencia d<strong>el</strong> Absoluto hindú;<br />

porque lo trascen<strong>de</strong>nte y lo inmanente se encuentran absolutamente sólo en un lugar, en<br />

<strong>el</strong> Dios-hombre, Jesucristo, que es a la vez <strong>el</strong> Señor a quien servimos y <strong>el</strong> Pan con <strong>el</strong><br />

que vivimos.<br />

Muy pocos <strong>de</strong> nosotros somos místicos, y eso porque la Iglesia católica nos da la<br />

seguridad, a nosotros hombres ordinarios, <strong>de</strong> la unión mística con <strong>el</strong> Dios encarnado en<br />

<strong>el</strong> sacramento d<strong>el</strong> altar, <strong>de</strong> tal modo que incluso los hombres ordinarios po<strong>de</strong>mos gustar,<br />

aunque sea débilmente, lo que «Dios ha preparado para aqu<strong>el</strong>los que le aman». En <strong>el</strong><br />

sacramento d<strong>el</strong> altar se ha cubierto para siempre <strong>el</strong> abismo que existía entre la materia y<br />

<strong>el</strong> espíritu, entre Dios y <strong>el</strong> hombre; y lo único que tenemos que hacer es esperar con fe,<br />

esperanza y caridad que llegue <strong>el</strong> día en que todos los hombres serán «como piedras<br />

85

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!