el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
eciben sus obras <strong>de</strong> Dios y sea <strong>las</strong> <strong>de</strong>vu<strong>el</strong>ven a Él. Aunque tuviera que vivir mil años,<br />
no, podría permitirme quitar ni un ápice <strong>de</strong> <strong>las</strong> buenas obras, a menos <strong>de</strong> encontrar un<br />
insuperable obstáculo en mi camino.»<br />
Y así Al-Junayd consiguió disimular la grieta que había comenzado a abrirse entre la<br />
ortodoxia y los sufíes más atrevidos. Pero aun antes <strong>de</strong> que muriera esa grieta iba a<br />
abrirse <strong>de</strong> nuevo violentamente por una persona cuya pasión, en algún aspecto, tanto se<br />
parece a la <strong>de</strong> nuestro Señor. Su nombre fue Al-Hussayn ibn Mansur al-Hallaj.<br />
LA PASIÓN DE AL-HALLAJ<br />
Hasta la llegada <strong>de</strong> Al-Hallaj, <strong>el</strong> sufismo fue un culto esotérico, predicado a puertas<br />
cerradas a unos pocos escogidos. De cuando en cuando, ciertamente, había atraído la<br />
atención <strong>de</strong> <strong>las</strong> autorida<strong>de</strong>s; habían sido acusados ante los tribunales, pero los sufíes<br />
siempre habían salido absu<strong>el</strong>tos y <strong>el</strong> daño sufrido era pequeño. Pero Al-Hallaj se separó<br />
<strong>de</strong> la hermandad sufí en cuanto al secreto <strong>de</strong> sus enseñanzas y se <strong>de</strong>dicó a proclamar <strong>el</strong><br />
mensaje sufí en su forma más extrema, no solamente en <strong>el</strong> Irak, sino incluso a través d<strong>el</strong><br />
Irán, la India y Asia central.<br />
Ahora bien, era una parte <strong>de</strong> la tradición sufí que solamente los profetas podían<br />
realizar milagros públicos; los «santos» podían ciertamente hacerlos también, pero sólo<br />
en privado. Al-Hallaj no solamente hizo milagros públicos, sino que incluso fue acusado<br />
<strong>de</strong> ponerse a sí mismo en lugar <strong>de</strong> Dios, porque se le acusó <strong>de</strong> haberlo dicho: «Yo soy la<br />
Verdad.» Cualquiera que haya sido la teología mística <strong>de</strong> Al-Hallaj (y parece que se<br />
diferenciaba muy poco <strong>de</strong> la <strong>de</strong> Al-Junayd), sus enemigos se apoyaron en estas y otras<br />
similares indiscreciones y lo <strong>de</strong>nunciaron al califa. Fue arrestado en <strong>el</strong> año 912 y<br />
custodiado en <strong>el</strong> palacio d<strong>el</strong> califa. Allí se dice que curó tanto al Califa como a su madre<br />
<strong>de</strong> un dolor intestinal con una simple imposición <strong>de</strong> manos. Esto le atrajo <strong>el</strong> favor d<strong>el</strong><br />
califa durante algún tiempo, pero sus enemigos le atacaron más <strong>de</strong> cerca, y <strong>el</strong> califa,<br />
como Pilato, se encontró impotente ante sus ataques. Como la mujer do Pilato, la madre<br />
d<strong>el</strong> califa intervino ante su hijo, porque su chamb<strong>el</strong>án le había avisado: «Estad segura --<br />
le había dicho - <strong>de</strong> que la muerte <strong>de</strong> este justo recaerá sobre la cabeza <strong>de</strong> vuestro hijo.»<br />
El califa, sin embargo, dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que azotasen a Al-Hallaj con mil varas. Después <strong>de</strong><br />
los azotes se le sacó <strong>de</strong> su prisión y fue escoltado hasta <strong>el</strong> puente <strong>de</strong> Bagdad en don<strong>de</strong><br />
se le azotó <strong>de</strong> nuevo; allí se le cortaran <strong>las</strong> manos y los pies y se le colgó en una picota.<br />
Después <strong>de</strong> ser azotado, dicen que exclamó:<br />
Mi amigo, sin preten<strong>de</strong>r hacerme daño, me dio a beber lo que él mismo bebía, como<br />
<strong>el</strong> anfitrión: da a beber la copa a su huésped. Y cuando hubo pasado la copa, pidió que<br />
le trajeran la estera y la espada. Así le pasará al que bebe con un dragón en verano.<br />
¿Estaba pensando quizá en aqu<strong>el</strong>la otra crucifixión y en <strong>el</strong> pasar <strong>el</strong> cáliz a los once<br />
que la prefiguraba? Quizá, pero no po<strong>de</strong>mos saberlo con seguridad. Lo que sabemos es<br />
que, como Jesús, Al-Hallaj rogó por sus ejecutores que no sabían lo que hacían.<br />
Después <strong>de</strong> cortarle <strong>las</strong> manos y los pies, gritó: «Mira a estos hombres, tus adoradores;<br />
se han reunido aquí para matarme, por <strong>el</strong> c<strong>el</strong>o que te tienen, para acercarse más a ti.<br />
¡Perdónalos! Si tú les hubieras rev<strong>el</strong>ado a <strong>el</strong>los lo que me has rev<strong>el</strong>ado a mí, no me<br />
hubieran hecho lo que me han hecho; y si me hubieras ocultado a mí lo que les has<br />
ocultado a <strong>el</strong>los, no estaría yo soportando ahora <strong>el</strong> sufrimiento que estoy soportando.<br />
Loor a ti por lo que tú has hecho; loor a ti por lo que has querido.»<br />
72