el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Mencio, <strong>el</strong> gran sucesor <strong>de</strong> Confucio, fue <strong>el</strong> que por primera vez estableció esta<br />
cuádruple regla <strong>de</strong> conducta. Las cuatro virtu<strong>de</strong>s son innatas a todos los hombres, pero<br />
hay que <strong>de</strong>sarrollar<strong>las</strong>; no pue<strong>de</strong> uno esperar pasivamente a que crezcan por sí so<strong>las</strong>.<br />
La doctrina <strong>de</strong> la bondad innata en <strong>el</strong> hombre es tan típica d<strong>el</strong> confucianismo primitivo,<br />
que lo mejor que po<strong>de</strong>mos hacer es citar <strong>las</strong> mismas palabras <strong>de</strong> Mencio. Éstas son sus<br />
palabras:<br />
Todos los hombres tienen cierta simpatía hacia sus semejantes. Los <strong>gran<strong>de</strong>s</strong><br />
monarcas <strong>de</strong> la antigüedad tuvieron esta simpatía humana, y <strong>el</strong> resultado fue que su<br />
gobierno fue simpático. Teniendo este sentimiento <strong>de</strong> simpatía para sus semejantes, <strong>el</strong><br />
que se guía por él en <strong>el</strong> gobierno d<strong>el</strong> Imperio verá que su régimen pue<strong>de</strong> llevarse, por<br />
así <strong>de</strong>cir, en la palma <strong>de</strong> la mano. Lo que quiero <strong>de</strong>cir, al hablar <strong>de</strong> esa simpatía que<br />
poseen todos los hombres, es lo siguiente<br />
: Si alguien viera a un niño caer en un pozo, sentiría horror y piedad, no porque fuera un<br />
intimo amigo <strong>de</strong> los padres d<strong>el</strong> niño, ni porque buscara la aprobación <strong>de</strong> sus vecinos o<br />
amigos, ni porque temiera pasar por inhumano. Consi<strong>de</strong>rando la cosa a la luz <strong>de</strong> este<br />
ejemplo, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que ningún hombre está privado d<strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong> la<br />
compasión, ni d<strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong> la vergüenza, ni d<strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong> lo que es verda<strong>de</strong>ro<br />
o falso.<br />
El sentimiento <strong>de</strong> la compasión es <strong>el</strong> origen <strong>de</strong> la cordialidad humana (jen); <strong>el</strong><br />
sentimiento <strong>de</strong> la vergüenza es <strong>el</strong> origen <strong>de</strong> la rectitud (i); <strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong> la<br />
consi<strong>de</strong>ración hacia los otros es <strong>el</strong> origen <strong>de</strong> los buenos modales (li); <strong>el</strong> sentimiento <strong>de</strong> lo<br />
que es verda<strong>de</strong>ro o falso es <strong>el</strong> origen <strong>de</strong> la sabiduría (chih) La presencia en <strong>el</strong> hombre <strong>de</strong><br />
estos cuatro <strong>el</strong>ementos es tan natural como la posesión <strong>de</strong> sus cuatro miembros.<br />
Teniendo estos cuatro <strong>el</strong>ementos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, <strong>el</strong> hombre que se dice incapaz <strong>de</strong> obrar<br />
como <strong>de</strong>biera está cometiendo una grave injuria contra sí mismo. Y <strong>el</strong> hombre que dice<br />
lo mismo <strong>de</strong> su príncipe es como si le hiciera una grave injuria.<br />
Que un hombre conozca cómo <strong>de</strong>sarrollar y exten<strong>de</strong>r estos cuatro <strong>el</strong>ementos que<br />
existen en su alma, y su progreso se hará tan irresistible como un fuego nuevo o como<br />
una fuente que acaba <strong>de</strong> brotar <strong>de</strong> la tierra. Si se pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>sarrollar plenamente, estas<br />
cuatro virtu<strong>de</strong>s son lo bastante fuertes para salvaguardar todo lo que hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los<br />
Cuatro Mares ; si se <strong>las</strong> mantiene sin <strong>de</strong>sarrollar, no bastan ni para <strong>el</strong> servicio <strong>de</strong>bido a<br />
los padres<br />
Tendremos que volver sobre esta visión que <strong>el</strong> confucianismo da <strong>de</strong> la naturaleza,<br />
humana, porque, si <strong>el</strong> hombre es naturalmente bueno, ha <strong>de</strong> haber alguna explicación <strong>de</strong><br />
sus continuos <strong>de</strong>scarríos. Mencio no explica esta <strong>de</strong>sagradable realidad.<br />
LA VOLUNTAD DEL CIELO<br />
Los primeros emperadores, Yao y Shun, como ya hemos visto, seguían perfectamente<br />
<strong>el</strong> Tao. « ¡Qué gran soberano fue Yao! - exclama Confucio -. Sólo <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o es<br />
verda<strong>de</strong>ramente gran<strong>de</strong>, pero solamente Yao pudo hacer d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o su mod<strong>el</strong>o. ¡Qué<br />
gran<strong>de</strong> su estatura! El pueblo no pue<strong>de</strong> encontrar palabras para un hombre así. ¡Regio<br />
fue realmente Shun! Majestuosamente presidió <strong>el</strong> Imperio, y aun parecía que no, era<br />
nada para él». «Sólo <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o es verda<strong>de</strong>ramente gran<strong>de</strong>.» ¿Qué tenemos que enten<strong>de</strong>r<br />
por estas palabras?<br />
Ha habido una gran controversia sobre si Confucio y Mencio creían o no, en un Dios<br />
personal. Si por Dios personal enten<strong>de</strong>mos la figura trasnochada <strong>de</strong> un buen anciano<br />
con barbas, sentado en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, d<strong>el</strong> que hace poco se burlaba <strong>el</strong> obispo anglicano <strong>de</strong><br />
Woolwich, naturalmente, no creyeron en ese Dios. Pero si enten<strong>de</strong>mos un Ser que posee<br />
int<strong>el</strong>igencia y voluntad, que or<strong>de</strong>na los caminos d<strong>el</strong> universo, ciertamente creyeron en la<br />
existencia <strong>de</strong> ese Dios.<br />
35