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el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...

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asesinado por la vergüenza que uno siente d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> Dios». Es <strong>el</strong> archienemigo d<strong>el</strong><br />

verda<strong>de</strong>ro «yo trascen<strong>de</strong>nte», lleno <strong>de</strong> engaño e hipocresía, <strong>de</strong> suciedad y sensualidad.<br />

El dominio y aun la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> este «yo» inferior no es, sin embargo, más que <strong>el</strong><br />

pr<strong>el</strong>udio <strong>de</strong> la unión d<strong>el</strong> yo superior o d<strong>el</strong> alma con Dios en un éxtasis <strong>de</strong> mutuo amor. En<br />

árabe existen dos palabras ordinarias para <strong>de</strong>signar <strong>el</strong> amor - mahabba y ishq -, que<br />

correspon<strong>de</strong>n fundamentalmente al griego ágape y eros, o al latín caritas y amor, por<br />

una parte un amor igual hacia todas <strong>las</strong> criaturas, y por otra parte un amor apasionado y<br />

arrebatador para otro. Al principio, los sufíes se contentaron con hablar solamente d<strong>el</strong><br />

mahabba, encontrándose en terreno seguro, puesto que en <strong>el</strong> Corán hallaban fundamento<br />

para hablar <strong>de</strong> este amor entre Dios y <strong>el</strong> hombre. Pero cuando comenzaron a<br />

hablar <strong>de</strong> ishq, d<strong>el</strong> amor apasionado que siempre iba acompañado <strong>de</strong> un anh<strong>el</strong>o<br />

insaciable y que, finalmente, conducía a una intimidad (uns) y unión efectivas, la<br />

corriente ortodoxa comenzó a mirarlos con una silenciosa <strong>de</strong>saprobación. Esa no era la<br />

r<strong>el</strong>igión d<strong>el</strong> profeta que se les había transmitido.<br />

Si se quiere agradar a Dios, hay que conformar <strong>el</strong> propio carácter a los «hermosos<br />

atributos» <strong>de</strong> Dios: solamente así pue<strong>de</strong> uno entrar en su compañía y gustar la suavidad<br />

<strong>de</strong> su infinito amor. Sin embargo, los primitivos sufíes, que se consi<strong>de</strong>raban ortodoxos,<br />

<strong>de</strong>fendieron siempre que en la mística ascensión d<strong>el</strong> alma hacia Dios siempre era Dios <strong>el</strong><br />

que tenía la iniciativa; <strong>el</strong> alma solamente tenía que esperar en Él, abandonándose en su<br />

bondad y confiando plenamente en él con toda la confianza <strong>de</strong> un niño. Una mística d<strong>el</strong><br />

siglo VIII, Rabia, lo expresó hermosamente con palabras que con<strong>de</strong>nan incluso la total<br />

<strong>de</strong>dicación a Dios con exclusión <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> otras cosas:<br />

Yo te he amado con dos amores, un amor egoísta y un amor que es digno <strong>de</strong> ti.<br />

En cuanto al amor que es egoísta, me ocupo contigo con exclusión <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> otras<br />

cosas. Pero con <strong>el</strong> amor que es digno <strong>de</strong> ti, tú has levantado <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o para que pueda<br />

verte a ti. Pero la alabanza no es para mí ni en esto ni en aqu<strong>el</strong>lo. Sino que la alabanza<br />

es para ti tanto en esto como en aqu<strong>el</strong>lo.<br />

Tiene escaso interés averiguar si los sufíes fueron influidos por sus pre<strong>de</strong>cesores<br />

cristianos d<strong>el</strong> <strong>oriente</strong> medio. El hecho es que <strong>el</strong> tipo <strong>de</strong> misticismo que encontramos<br />

entre <strong>el</strong>los es casi idéntico a la espiritualidad cristiana d<strong>el</strong> <strong>oriente</strong> medio que encontraron<br />

al entrar por primera vez en esas tierras. Su núcleo es una total <strong>de</strong>dicación a Dios con<br />

exclusión <strong>de</strong> todo lo <strong>de</strong>más. Como los eremitas cristianos, aprendieron a «amar a Dios<br />

con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza», pero no aprendieron a<br />

amar a su prójimo como a sí mismos: todo lo contrario, muchos <strong>de</strong> <strong>el</strong>los los rehuían<br />

como la peste.<br />

Hacia <strong>el</strong> siglo IX, los sufíes comenzaron a dividirse en dos fracciones, los que se<br />

enorgullecían <strong>de</strong> su ortodoxia y <strong>de</strong> la «sobriedad» <strong>de</strong> su espiritualidad, y los que<br />

<strong>de</strong>spreciaban cada vez más la Ley musulmana, que se enorgullecían <strong>de</strong> su<br />

«embriaguez» espiritual, y parecía que se gozaban en escandalizar a sus<br />

corr<strong>el</strong>igionarios más timoratos. A pesar <strong>de</strong> que <strong>el</strong> profeta había prohibido <strong>las</strong> canciones<br />

profanas y la danza y éstas eran contrarias a <strong>las</strong> costumbres y al modo <strong>de</strong> vida que <strong>el</strong><br />

mismo profeta había <strong>de</strong>jado a su pueblo, los sufíes más extremistas emplearon <strong>el</strong> canto<br />

y la danza para inducir <strong>el</strong> éxtasis, y algunos llegaron incluso a burlarse <strong>de</strong> <strong>las</strong> prácticas<br />

r<strong>el</strong>igiosas obligatorias d<strong>el</strong> Islam. A<strong>de</strong>más, tan lejos llegaron en <strong>el</strong> camino místico. que<br />

conduce a la unión con Dios, que alcanzaron un estado en <strong>el</strong> que la personalidad<br />

puramente humana - <strong>el</strong> «yo empírico» - parecía estar completamente aniquilada y<br />

reemplazada por la divina.<br />

En este momento crítico apareció en escena Abu Yazid <strong>de</strong> Bistam, en la Persia<br />

oriental. Su maestro espiritual era un hombre <strong>de</strong> Sind, al parecer converso d<strong>el</strong> hinduismo<br />

puesto que Abu Yazid le tuvo que enseñar <strong>las</strong> prácticas obligatorias d<strong>el</strong> Islam a cambio<br />

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