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el cristianismo y las grandes religiones de oriente - FUNDACIÓN ...

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<strong>de</strong> todo, si seguimos nuestro conocimiento responsable, honesto y sobrio, esta unidad<br />

no es más que la unidad <strong>de</strong> mi propia alma, cuyo «fundamento» he alcanzado, tanto más<br />

que, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> formaciones y contenidos, mi espíritu no tiene otro remedio<br />

que enten<strong>de</strong>rlo como sin fundamento. Pero la unidad fundamental <strong>de</strong> mi propia alma<br />

está ciertamente fuera d<strong>el</strong> alcance <strong>de</strong> toda la multiplicidad que hasta ahora ha recibido<br />

<strong>de</strong> la vida, aunque no esté, ni mucho menos, más allá <strong>de</strong> la individuación, o la<br />

multiplicidad <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> almas d<strong>el</strong> mundo <strong>de</strong> <strong>las</strong> que la mía propia es una que existe <strong>de</strong><br />

una vez para siempre, singular, única, irreducible, este uno creatura: una <strong>de</strong> <strong>las</strong> almas<br />

humanas y no <strong>el</strong> «alma d<strong>el</strong> Todo»; un ser <strong>de</strong>finido y particular y no <strong>el</strong> «Ser»; la unidad<br />

fundamental <strong>de</strong> una criatura en tanto que criatura.<br />

De esta manera nos confirma Buber por su propia experiencia lo que ya habíamos<br />

aprendido <strong>de</strong> Thomas Merton sobre los dos «yo»: <strong>el</strong> «yo, empírico», d<strong>el</strong> que somos<br />

ordinariamente conscientes todas <strong>las</strong> personas y d<strong>el</strong> que proce<strong>de</strong> <strong>el</strong> mal, y <strong>el</strong> «yo<br />

trascen<strong>de</strong>nte», indiferenciablemente uno, inmutable y, por lo tanto, «por encima <strong>de</strong> todos<br />

los cambios biográficos». Este «yo» o alma es <strong>el</strong> que tiene su se<strong>de</strong> natural fuera <strong>de</strong> este<br />

mundo en <strong>el</strong> nirvana, y que siempre es libre, siempre en paz, totalmente fuera <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

vicisitu<strong>de</strong>s d<strong>el</strong> tiempo. Este «yo» es <strong>el</strong> que según los hindúes, es idéntico con Brahman<br />

porque, como Brahman, es eterno. Esto es lo que san Pablo llama «espíritu»,<br />

distinguiéndolo d<strong>el</strong> alma inferior o psykhe, y es una lástima que los teólogos tengan tan<br />

pocas veces presente esta distinción fundamental.<br />

Existen, como ya hemos indicado en nuestra introducción, tres tipos <strong>de</strong> misticismo.<br />

Hay uno, que solemos llamar <strong>el</strong> misticismo <strong>de</strong> la naturaleza, en <strong>el</strong> que sentimos una<br />

extraordinaria i<strong>de</strong>ntidad con todo, porque vemos y sentimos lo eterno en todas <strong>las</strong> cosas<br />

temporales: «Vemos lo mismo en todas <strong>las</strong> cosas». Esto es lo que <strong>el</strong> gran psicólogo<br />

suizo C. G. Jung, en su autobiografía póstuma, llama «<strong>el</strong> mundo <strong>de</strong> Dios», un mundo en<br />

<strong>el</strong> que la utilidad no tiene cabida, porque todas <strong>las</strong> cosas «habitan en un mundo unificado...<br />

en una eternidad en la que ya ha nacido todo y ha muerto ya todo». Éste es <strong>el</strong><br />

mundo, d<strong>el</strong> taoísmo, en <strong>el</strong> que todo es uno y uno es todo, porque en él <strong>el</strong> hombre todavía<br />

no ha llegado a la autoconciencia y no ha aprendido a distinguirse d<strong>el</strong> ambiente que le<br />

ro<strong>de</strong>a y a <strong>de</strong>cir «yo».<br />

El segundo tipo <strong>de</strong> misticismo es más extraño; es <strong>el</strong> que <strong>de</strong>scribe Buber «por su<br />

propia inolvidable experiencia» y filosóficamente analizado por <strong>el</strong> Samkhya-Yoga en la<br />

India: la experiencia <strong>de</strong> la infraccionable unicidad d<strong>el</strong> yo trascen<strong>de</strong>nte, separado y<br />

aislado no solamente d<strong>el</strong> mundo <strong>de</strong> la materia y d<strong>el</strong> pensamiento, sino también <strong>de</strong> todos<br />

los otros, «yo» y <strong>de</strong> todo conocimiento actual d<strong>el</strong> Dios vivo. Este mismo misticismo, lo<br />

encontramos entre los sufíes; es también probablemente lo que los budistas d<strong>el</strong><br />

«Pequeño Vehículo» entien<strong>de</strong>n por «nirvana». Lo pue<strong>de</strong>n experimentar todos los<br />

hombres, porque es la «imagen <strong>de</strong> Dios» en <strong>el</strong> alma humana que ni siquiera <strong>el</strong> pecado<br />

original ha podido borrar. Esta «imagen» es la que <strong>el</strong> místico, como nos ha hecho ver<br />

Buber, pue<strong>de</strong> llegar a confundir con la misma divinidad, como hizo <strong>el</strong> Vedanta no<br />

dualista, y como ha hecho Vivekananda en nuestros días. Es la «trampa» que <strong>el</strong> Dios<br />

c<strong>el</strong>oso pone en <strong>el</strong> camino <strong>de</strong> los espiritualmente orgullosos.<br />

La tercera y última experiencia es algo completamente nuevo: es <strong>el</strong> encuentro<br />

personal d<strong>el</strong> yo trascen<strong>de</strong>nte con <strong>el</strong> Dios vivo y la verificación <strong>de</strong> su amor infinito. En<br />

este encuentro <strong>el</strong> mismo «yo» trascen<strong>de</strong>nte se da cuenta <strong>de</strong> que la infinitud y la<br />

intemporalidad que ha experimentado en sí mismo, es como nada cuando la compara<br />

con la real infinitud y majestad <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> la misma manera que <strong>el</strong> pobre yo empírico,<br />

con sus temores y sus preocupaciones, con sus alegrías y sus pesares, es como nada<br />

cuando se lo compara con <strong>el</strong> yo trascen<strong>de</strong>nte. Habiendo logrado ya apartarse <strong>de</strong> todas<br />

<strong>las</strong> cosas creadas <strong>de</strong> tal manera que «sea como antes <strong>de</strong> ser» - intemporal e<br />

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