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cuaderno de actividades filosofia 2 - Sitio del grupo Web

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FILOSOFÍA II<br />

etcétera. Prefería, sin embargo, <strong>de</strong>jarlo entero para retenerlo en la memoria y disfrutarlo sin<br />

divisiones.<br />

El olor <strong>de</strong>l mar le gustaba tanto, que <strong>de</strong>seaba respirarlo puro algún día y en gran<strong>de</strong>s<br />

cantida<strong>de</strong>s, a fin <strong>de</strong> embriagarse <strong>de</strong> él. Y más tar<strong>de</strong>, cuando se enteró <strong>de</strong> lo gran<strong>de</strong> que era<br />

el mar y que los barcos podían navegar durante días sin ver tierra, nada le complacía tanto<br />

como imaginarse a sí mismo a bordo <strong>de</strong> un barco, encaramado a una cofa en el mástil más<br />

cercano a la proa, surcando el agua a través <strong>de</strong>l olor infinito <strong>de</strong>l mar, que en realidad no era<br />

un olor, sino un aliento, una exhalación, el fin <strong>de</strong> todos los olores, y disolviéndose <strong>de</strong> placer<br />

en este aliento. No obstante, esto no se realizaría nunca porque Grenouille, que en la orilla<br />

<strong>de</strong> la Place <strong>de</strong> Grève inspiraba y expiraba <strong>de</strong> vez en cuando un pequeño aliento <strong>de</strong> aire <strong>de</strong><br />

mar, no vería en su vida el auténtico mar, el gran oceano que se encontraba al oeste, y por<br />

lo tanto jamás podría mezclarse con esta clase <strong>de</strong> olor.<br />

Pronto conoció con tanta exactitud los olores <strong>de</strong>l barrio entre Saint-Eustache y el Hòtel <strong>de</strong><br />

Ville, don<strong>de</strong> podía orientarse hasta en la noche más oscura. Entonces amplió su coto,<br />

primero en dirección oeste hacia el Faubourg Saint-Honoré, luego la Rue Saint-Antoine<br />

hasta la Bastilla y finalmente hasta la otra orilla <strong>de</strong>l río y el barrio <strong>de</strong> la Sorbona y el<br />

Faubourg Saint-Germain, don<strong>de</strong> vivían los ricos. A través <strong>de</strong> las verjas <strong>de</strong> entrada olía a piel<br />

<strong>de</strong> carruaje y al polvo <strong>de</strong> las pelucas <strong>de</strong> los lacayos y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el jardín flotaba por encima <strong>de</strong><br />

los altos muros el perfume <strong>de</strong> la retama y <strong>de</strong> las rosas y la alheña recién cortada. También<br />

fue aquí don<strong>de</strong> Grenouille olió por primera vez perfume en el verda<strong>de</strong>ro sentido <strong>de</strong> la<br />

palabra: sencillas aguas <strong>de</strong> espliego y <strong>de</strong> rosas con que se llenaban en ocasiones festivas<br />

los surtidores <strong>de</strong> los jardines, pero asimismo perfumes más valiosos y complejos como<br />

tintura <strong>de</strong> almizcle mezclada con esencia <strong>de</strong> neroli y nardo, junquillo, jazmín o canela, que<br />

por la noche emanaban <strong>de</strong> los carruajes como una pesada estela. Registró estos perfumes<br />

como registraba los olores profanos, con curiosidad, pero sin una admiración especial. No<br />

<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> observar que el propósito <strong>de</strong>l perfume era conseguir un efecto embriagador y<br />

atrayente y reconocía la bondad <strong>de</strong> las diferentes esencias <strong>de</strong> las que estaban compuestos,<br />

pero en conjunto le parecían más bien toscos y pesados, chapuceros más que sutiles, y<br />

sabía que el podría inventar otras fragancias muy distintas si dispusiera <strong>de</strong> las mismas<br />

materias primas.<br />

Muchas <strong>de</strong> estas materias primas ya las conocía <strong>de</strong> los puestos <strong>de</strong> flores y especias <strong>de</strong>l<br />

mercado; otras eran nuevas para él y procedió a separarlas <strong>de</strong> las mezclas para<br />

conservarlas, sin nombre, en la memoria: ámbar, algalia, pachulí, ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> sándalo,<br />

bergamota, vetiver, opopónaco, tintura <strong>de</strong> benjuí, flor <strong>de</strong> lúpulo, castóreo...<br />

No tenía preferencias. No hacía distinciones, todavía no, entre lo que solía calificarse <strong>de</strong><br />

buen olor o mal olor. La avi<strong>de</strong>z lo dominaba. El objetivo <strong>de</strong> sus cacerías era poseer todo<br />

cuanto el mundo podía ofrecer en olores y la única condición que ponía era que fuesen<br />

nuevos. El aroma <strong>de</strong> un caballo sudado equivalía para él a la fragancia <strong>de</strong> un capullo <strong>de</strong> rosa<br />

y el hedor <strong>de</strong> un chinche al olor <strong>de</strong>l asado <strong>de</strong> ternera que salía <strong>de</strong> una cocina aristocrática.<br />

Todo lo aspiraba, todo lo absorbía. Y tampoco reinaba ningún principio estético en la cocina<br />

sintetizadora <strong>de</strong> olores <strong>de</strong> su fantasía, en la cual realizaba constantemente nuevas<br />

combinaciones odoríferas. Eran extravagancias que creaba y <strong>de</strong>struía en seguida como un<br />

niño que juega con cubos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, inventivo y <strong>de</strong>structor, sin ningún principio creador<br />

aparente.<br />

CUADERNO DE ACTIVIDADES DE CONSOLIDACIÓN Y RETROALIMENTACIÓN<br />

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