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143<br />

Si quieres el favor de Dios, sé celoso por los negocios de Dios, buscando entendimiento.<br />

Él se quedó solo y fue a la iglesia, no <strong>para</strong> buscar apoyo porque anduviera perdido, sino <strong>para</strong> buscar<br />

entendimiento y conocimiento. Para hacer preguntas, <strong>para</strong> oír.<br />

Estoy hablando de gente que no ve la hora que termine la predicación <strong>para</strong> adelantarse y, si<br />

le dan oportunidad y el predicador no es una “estrella” vanidosa que comienza a firmar autógrafos y<br />

conquistar hermanitas, poder hacer preguntas sobre todo lo que no ha entendido.<br />

Es obvio que no estoy hablando de gente que no ve la hora que el predicador finalice con el<br />

mensaje, pero <strong>para</strong> salir dis<strong>para</strong>dos hacia el bar de la esquina donde lo esperan otros hermanitos<br />

<strong>para</strong> tomarse una gaseosa y hablar del fútbol del día.<br />

Esa palabra que se usa allí como entendimiento, tiene la implicancia de ser una actitud de<br />

alguien que busca entendimiento pero con la decisión ya tomada de ponerlo inmediatamente por<br />

obra, por acción práctica concreta, visible y material..<br />

Vemos también la actitud de darle prioridad al trabajo del Padre. Es necesario que yo<br />

abandone todo lo que, incluso, hasta puede darme beneficios personales y dedicarme pura, única y<br />

exclusivamente a los negocios de mi Padre.<br />

Fíjate entonces la personalidad de Jesús. Es un niño, tiene aspecto de malcriado y<br />

desobediente <strong>para</strong> con sus padres porque no los pone en sobreaviso de lo que va a hacer luego de<br />

la festividad quedándose con los doctores en el templo. Pero atención: espiritualmente está correcto.<br />

Porque su prioridad, pese a toda su restante inmadurez, era estar metido en los negocios de<br />

su padre. No te olvides que, más adelante y ya adulto, en Juan 4 lo vemos decir que su comida era<br />

hacer y terminar la voluntad de su Padre.<br />

Y, finalmente, la presencia infaltable de la sumisión en tu vida. Él sabía muy bien lo que<br />

estaba haciendo, aunque la manera en que lo estuviera haciendo no fuera la correcta. De allí que,<br />

cuando fue corregido por sus padres, decidió someterse a ellos y retornar. No te olvides: estamos<br />

buscando como ganarnos el favor del Padre.<br />

Escucha bien: nadie está hablando de esclavitud a hombre ni tampoco de debilidad cobarde a<br />

la manipulación artera. Estamos hablando de sumisión. Porque el cristiano debe ser, con sus<br />

hermanos genuinos, sumiso. Dios nunca bendice rebelión.<br />

Al final, allí dice que el niño Jesús crecía en sabiduría y estatura. Esta palabra, crecía, que<br />

hallamos aquí es diferente a la primera del verso 40. Es la palabra prokoto. Tiene que ver con<br />

convertirse en algo grande. Es un envión incontrolable. Una inercia hacia grandeza.<br />

Inercia, porque es un constante movimiento hacia la grandeza. Un crecimiento que no se<br />

queda estancado. Algo interior invisible que te impulsa hacia la grandeza. Un grande delante de Dios.<br />

Pero atención: grande, en el sentido de lo que ocupa en el mundo del Espíritu. Nada que ver con<br />

luces, marquesinas o publicidad evangélica.<br />

Estas son las cosas que debemos tener en nuestras vidas si es que queremos hallar el favor<br />

del Padre. Por eso hemos hablado de la adopción, de la palabra profética y, ahora, del favor de Dios<br />

y de cómo con<strong>seguir</strong>lo.<br />

<strong>La</strong> gracia siempre es dada por Dios <strong>para</strong> que podamos sobrevivir y hasta vivir con éxito en<br />

medio de Babilonia. De todos modos, aplica la Palabra. Escudriña por ti mismo, no me creas ni una<br />

palabra de lo que he escrito. Abre el libro, habla con Papá y aplícalo. Saca fuera lo que viene del<br />

vaso, las opiniones y los comentarios, sácalos. Trágate la Palabra.

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