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42<br />
(58) Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese<br />
el cuerpo.<br />
(59) Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, (60) y lo puso en su<br />
sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la<br />
entrada del sepulcro, se fue.<br />
Entiende. José de Arimatea, un hombre rico, andaba labrando su sepulcro. Porque aquí no<br />
dice que le buscó UN sepulcro; dice que le dio SU sepulcro. ¿Te imaginas el trabajo de José? En<br />
aquella época no había martillo neumático…<br />
Es decir que el trabajo de labrar un sepulcro en un monte rocoso, podía llevarle al gestor,<br />
toda una vida. Toda una vida buscando permanencia, igual que nosotros. Buscando descansar. Toda<br />
una vida <strong>para</strong> descansar como destino final.<br />
El evangelio nuestro, es: “todo viene después que te mueras”. Sufre un rato más…Aguanta,<br />
ya falta menos…Fin y después. ¡Oh, que maravilla! Y se canta en el sepelio y todo. El hombre está<br />
haciendo un sepulcro en su piedra.<br />
Su piedra es su vida. Le lleva toda una vida hacer eso. Un día llega Jesús y le dice: ¿Puedo?<br />
Puedes. ¿De quien es este sepulcro? De José. Tuyo. ¿Adonde es sepultado Jesús? En tu vida. Y<br />
luego pones la piedra en la puerta y te vas.<br />
A partir de ahora, José que en realidad eres tú y que acaba de sepultar a Jesús en su<br />
sepulcro, ya no anda más preocupado por su propia muerte. Total su tumba ya está llena y ocupada.<br />
Exactamente eso fue lo que hizo Jesús por ti. Te dio vida eterna. Pon la piedra en la tumba y lárgate.<br />
¿Pero que tienen que ver la tumba y la muerte?<br />
(Hebreos 2: 14)= Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él<br />
también participó de lo mismo, <strong>para</strong> destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de<br />
la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban<br />
durante toda la vida sujetos a servidumbre.<br />
Escucha esto: una vez que ya no le tienes temor a la muerte porque entiendes que ya<br />
moriste, ya no hay ataduras, ni cautiverios ni servidumbres en tu vida. Ya no tiene como agarrarte el<br />
diablo. Porque él no te puede matar. Eso es lo que él quiere que tú creas, que te puede matar. Pero<br />
sin autorización de Dios él no te puede matar.<br />
Ya Cristo murió por ti. <strong>La</strong> tumba está llena. Puso la piedra y se fue. ¿Recuerdas cual era la<br />
paga de tu pecado? Muerte. Pero cuando fuiste a entregarte a la justicia descubriste que no te<br />
mandaban a la silla eléctrica porque, según ellos, ya habías sido ejecutado muchos años antes.<br />
¿Qué dice allí? Que fuiste crucificado juntamente con Cristo, moriste con Cristo y fuiste<br />
plantado en semejanza con su bautismo, el entierro con Él. Por eso es que cuando la justicia<br />
revisa tus papeles, y pese a que tú sabes todas las barbaridades que hiciste, ellos van a<br />
responderte nuevamente que ya estás muerto y que no hay más nada que acusar ni<br />
sentenciar.<br />
Fíjate lo que encontramos aquí. ¿No te parece sensacional, espectacular y nunca visto?<br />
Suponte por un momento la escena y agrégale una dosis de humor si quieres. ¡Estás concurriendo a<br />
tu propio entierro, haces toda la ceremonia como muerto y al final te vas caminando!<br />
Ahora imagínate y, antes de reírte, piensa un poco: tú estás en un entierro, hasta tomas el<br />
primer puñadito de tierra y lo arrojas a la tumba sobre el ataúd. Se acerca alguien a tu lado y<br />
pregunta: ¿a quien están sepultando aquí? Y tú, casi sin mirarlo, le respondes: …A mí…