Pulsa aquà para descargarte y seguir leyendo ... - La Web Cristiana
Pulsa aquà para descargarte y seguir leyendo ... - La Web Cristiana
Pulsa aquà para descargarte y seguir leyendo ... - La Web Cristiana
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
265<br />
específica, clara y concreta, le permiten ingresar. Te llevará un tiempo entender que en este caso, a<br />
esa puerta la abrió tu propia ex iglesia con su enseñanza al respecto.<br />
<strong>La</strong> segunda fase que deberás superar inmediatamente a tu salida de Babilonia, es la etapa<br />
de liberación. Esta es una etapa de la cual se habla muy poco por una sencilla razón: no hay con<br />
quien hacerlo. Si no te encuentras con otro que también haya salido de Babilonia, es imposible<br />
hablar de este tema.<br />
Y “esto”, es una sensación de liberación íntima y personal tremenda. Sientes que el simple<br />
hecho de no estar obligado a ir otra vez “allá”, te produce alegría, una enorme e inefable alegría a la<br />
cual, por esa culpa de la que te hablaba antes, no te atreves todavía a denominarla como gozo.<br />
Tu familia comienza a tomar un sentido extrañamente diferente al que tenía antes, cuando lo<br />
único que oían de tu boca los días domingos, eran esas advertencias tales como: ¡Vamos! ¡Apúrense<br />
que se nos hace tarde y al pastor no le gusta que lleguemos cuando ya está comenzado el culto!<br />
Comienzas a darte cuenta que la iglesia, tal cual estaba instalada en la vida cotidiana de todo<br />
tu núcleo familiar, te había secuestrado el ochenta por ciento de tu tiempo, y todo bajo el santo<br />
pretexto de estar trabajando <strong>para</strong> el Señor, cuando en realidad lo que hacías la mayoría de las<br />
veces, eran cosas que tenían que ver con la organización administrativa interna de ella.<br />
Te resulta sumamente curioso que a la hora del almuerzo o la cena, el tema de diálogo en la<br />
mesa pueda relacionarse con asuntos que tienen que ver con las experiencias de tu cónyuge o tus<br />
hijos, en lugar de las cuestiones de la iglesia, del pastor o de los hermanos.<br />
Que si fuera estar refiriéndose a cosas del Señor, sería muy bueno y positivo, pero todos<br />
quienes han estado y salido de Babilonia, (O aún los que todavía están en ella, pero ya han sido<br />
alertados por el Espíritu Santo), saben que no es así. Que el Señor, en muchas ocasiones, queda en<br />
un modesto segundo o tercer plano, mientras que la iglesia tiene el primero.<br />
Esa sensación de libertad te lleva, incluso, a pensar muy seriamente, cuando en una plaza o<br />
alguna otra salida en familia, puedes disfrutar de tus hijos, en como pudo haber sido que no te hayas<br />
dado cuenta que la iglesia te estaba quitando todo, mientras que el Señor jamás te había pedido<br />
nada…<br />
<strong>La</strong> tercera y última fase, es la que yo llamaría la etapa de la otra dependencia. Esta fase<br />
comienza a tomar forma un tiempo después que te has ido. En algunos casos, pueden ser un par de<br />
meses. En otros, puede llegar al año.<br />
Te encuentras de un momento <strong>para</strong> el otro, que ya no tienes esa figura humana que te podía<br />
escuchar tus rezongos, tus angustias, tus penas o tus quejas; esa persona que oraba por ti y te<br />
aseguraba que su cobertura espiritual era más que suficiente <strong>para</strong> que fueras más que vencedor.<br />
No importa si jamás venciste en nada de lo que hicieras; no importa si cuando venía alguna<br />
inclemencia <strong>para</strong> tu vida o la de otro, esa tal cobertura, (por la cual pagabas una cuota mensual<br />
llamada Diezmo), no parecía existir. Lo que importaba era que así se enseñaba, así se creía y así se<br />
vivía.<br />
Ahora has salido, estás fuera y ya no hay nadie más cerca de Dios listo <strong>para</strong> hacerte de<br />
intermediario y gestionar tus necesidades delante del Trono de la Gracia. Esto significa que ya no<br />
dependes de las visiones, decisiones, ideas o sentimientos de nadie. Estás solo.<br />
Y esa sensación de soledad primero te asusta, luego te produce un estado de inseguridad<br />
que te obstaculiza cualquier posibilidad de pensar por ti mismo y, finalmente, cuando la superas, te<br />
conduce a una oración quieta, tranquila y despojada de aquellos vicios que solías tener cuando<br />
deseabas hacerte oír y lucirte delante de tus hermanos con tus “oraciones ungidas”.