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302<br />

(Verso 9)= Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un<br />

soplo. ¿Por qué? Dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno<br />

de vosotros corre a su propia casa.<br />

Atención con esto: cuando Dios dice que su casa está desierta, no quiere decir que esté<br />

vacía. Lo que Él está mostrando es que en el sitio en donde debería estar la Casa de Dios, no hay<br />

nada, hay un desierto. Y esto es grave, porque Él ha dicho que nosotros somos el Templo o la<br />

Casa.<br />

(Verso 10)= Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo<br />

sus frutos.<br />

(11) Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino,<br />

sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y<br />

sobre todo trabajo de manos.<br />

<strong>La</strong> misma naturaleza refleja el juicio divino cuando se ignora la voluntad de Dios. El trabajo<br />

de las manos del hombre natural, aún haciendo cosas <strong>para</strong> Dios y muy bien intencionadas, no recibe<br />

la bendición de Dios.<br />

Estamos en un tiempo de enormes movimientos eclesiásticos, tremendo activismo y mucha<br />

obra aparentemente santa. Sin embargo, <strong>para</strong> el Señor, esa clase de obras no constituyen su casa.<br />

Esto es por una simple razón: es la casa de los hombres.<br />

¿Cómo es que sabemos esto? En principio y casi en primer lugar, porque en esas “casas”, no<br />

hay revelación alguna, la presencia de Dios no fluye y hay enorme sequía. Cada uno de estos<br />

“montes” está en sequía porque cada uno de esos hombres ha decidido tener su propio reino.<br />

Ostentan una manifiesta y cierta potestad sobre el mensaje, sobre el vino, sobre la revelación,<br />

sobre el aceite y sobre la unción. En algunas deformaciones eclesiásticas, incluso hasta se llega a<br />

comercializar vendiendo estas cosas.<br />

El trabajo de nuestras manos, - Reitero – por mejor intencionado que esté, no es aceptado<br />

por el Señor. Del mismo modo que el trabajo de las manos de Caín no fue aceptado por el Señor,<br />

simplemente porque Caín no entendió el verdadero sacrificio.<br />

Caín no entendió que no era la vida de nosotros, sino que era en la vida del Señor en donde<br />

estaba la bendición. Abel sí lo entendió, y por eso no llegó con un trabajo inútil de sus propias<br />

manos, sino con un sacrificio real.<br />

(Verso 12)= Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote,<br />

y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le<br />

había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová.<br />

Durante el Éxodo, - tú lo has leído muy bien -, recordarás que el pueblo de Dios le dijo a<br />

Moisés que ellos no querían oír más la voz de Dios porque no querían morir. Entonces le dijeron a<br />

Moisés que subiera al monte y les trajera el mensaje. Comodidad.<br />

Como consecuencia de esa comodidad, aparecieron las tablas de piedra y esos diez<br />

mandamientos que perduraron, en el marco de muchos desastres, hasta la mismísima cautividad en<br />

Babilonia. No es casual.<br />

Aquí, sin embargo, estamos viendo que después de todo ese tiempo sin escuchar la voz de<br />

Dios, un pequeño remanente que salió de Babilonia, oyó la voz del Señor y las palabras del profeta.<br />

El Señor siguen haciendo lo mismo hoy en día: Él envía su mensaje profético, pero también le habla<br />

directamente a cada corazón. ¿Lo estás oyendo? No es casual.

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