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324<br />

11 – Falta que nos desprendamos de las estructuras históricas y legendarias que la religión<br />

ha implantado en nuestras vidas. Entender que la seguridad que pareceríamos disfrutar allí dentro,<br />

no es más que una promoción destinada al cautiverio masivo.<br />

12 – Falta que aprendamos a leer la Palabra bajo la guía del Espíritu Santo, que es el único<br />

que nos puede despojar de la carga intelectual que nos enreda con la teología y mostrarnos que,<br />

detrás de textos que por años enseñaban otras cosas, hoy nos hablan de este tiempo de definiciones<br />

y salidas de las sinagogas de Satanás.<br />

Doce capítulos. Doce discípulos. No hay ninguna clase de numerología antojadiza ni<br />

cabalística. Fueron doce como podían haber sido cinco o cincuenta. No sé como eres tú escribiendo,<br />

pero yo soy imprevisible e impredecible. Lo era de incrédulo, te imaginas ahora que tengo semejante<br />

jefe editorial…<br />

Comencé “Una Mosca en la Nariz” suponiendo que iba a ser un estudio especial de veinte<br />

carillas. Terminó en ciento treinta. Comencé esto creyendo que iba a complementar con treinta<br />

carillas lo anterior. Pasó las trescientas. ¡Que grande es mi Dios!<br />

Ya no queda nada más <strong>para</strong> decir. Es decir; no queda nada más <strong>para</strong> agregarle a la orden de<br />

Dios de salir de las miles y miles de babilonias que funcionan en el planeta religioso. Ahora queda<br />

compartir experiencias, visiones nuevas sin el velo legalista o denominacional que impida<br />

disfrutarlas, ponerlas por obra y vivirlas.<br />

¿Acaso una nueva iglesia? Efectivamente, una nueva iglesia. ¿Y quien la va a conducir? Dios<br />

mismo, ya no confía en sus hombres pastores. ¿Y yo como sabré que es la correcta? El Espíritu<br />

Santo te lo mostrará. ¿Y si no la puedo ver? Será porque todavía amas a Babilonia y no es tu tiempo.<br />

Pero… ¿El tiempo se está acabando, no es así? Totalmente. ¡No quiero que el juicio y la<br />

caída de Babilonia me tomen dentro de ella! Entonces sal fuera ahora mismo. ¡Pero es que allí tengo<br />

toda mi familia! Entonces quédate.<br />

¡Pero es que no quiero quedarme fuera! Entonces sal. ¿Pero y que haré con toda esa gente<br />

amiga con la que nos reuníamos tantas veces en sus casas y en salidas? No lo sé, ese es tu asunto<br />

a resolver. ¡Voy a extrañarlos! Nadie te obliga, quédate.<br />

¡Usted es un loco, señor! ¿Cómo va a responderme a cada consulta de ese modo<br />

incoherente y repetitivo? ¡Eso no es digno! Ah, no lo sé. Ve y dile a Sócrates que esta manera de<br />

responder es indigna. Él hizo lo mismo con su alumno que deseaba casarse pero no quería perder su<br />

libertad.<br />

Está bien, hermano, lo creo y lo acepto. Voy a salirme ya mismo de mi congregación con una<br />

sola condición. - ¿Cuál condición? – Que usted me permita asistir a cursos, clases o charlas suyas. –<br />

Lo siento. No doy cursos, ni clases, ni charlas.<br />

Entonces dígame adonde está el salón o lo que sea donde usted da conferencias o<br />

enseñanzas sobre todo esto. – No existe tal sitio. - ¡No puede ser! ¡Usted tiene que estar formando<br />

un nuevo grupo especial! – No estoy formando nada, eso que dices sería más de lo mismo:<br />

Babilonia.<br />

¡Pero es que voy a necesitarlo! - ¿Qué es lo que vas a necesitar? - ¿Cómo no lo entiende?<br />

¡Alguien a quien oír! ¡Estoy acostumbrado por años a escuchar a alguien decirme las cosas que me<br />

convienen hacer y las que no!<br />

Lo siento; o escuchas la voz de Dios o te quedas oyendo la de esos hombres. Yo no voy a<br />

decirte lo que debes hacer. Como mucho, te dejaré algunas pistas, pero tú deberás decidirlo en<br />

oración, ayuno e intimidad con tu Señor.

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