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18<br />
Me respondió con una amplia sonrisa que no me preocu<strong>para</strong>, que lo diera por hecho y que<br />
fuera reservando fecha. <strong>La</strong> esposa del pastor era tía suya y estaba convencida que no iba a haber<br />
ningún problema en convencerlos.<br />
¿Sabes algo? Fue así, nomás. Antes de una semana tenía una invitación formal <strong>para</strong> visitar a<br />
una iglesia que no conocía, firmada por un pastor al que tampoco conocía, quien había dirigido esa<br />
invitación a un predicador que él tampoco conocía. Toda una pintura rosada…<br />
Fui con mi familia. Por “sugerencia” de esta niña, la banda de alabanza me recibió a mi<br />
ingreso con los acordes de la música que yo utilizaba como presentación de mi espacio radial. Me<br />
pareció una verdadera “cholulada” (No sé como se le llama a esa clase de ridiculeces en otros<br />
países), pero lo acepté como un acto de amor fraternal <strong>para</strong> conmigo.<br />
<strong>La</strong> iglesia tenía, además del pastor principal y su esposa, tres o cuatro co-pastores más. No<br />
era demasiado grande, (Unos cien miembros) pero la noche de mi visita estaban todos. Me pareció<br />
muy bueno eso de tener muchos líderes porque yo todavía andaba convencido en la “contención” de<br />
las personas, por encima de la validez de la Palabra enseñada.<br />
Creía, como todavía lo siguen creyendo miles de cristianos, (O acaso millones), que la iglesia<br />
estaba <strong>para</strong> cubrir las necesidades de la gente. Y jamás lo pude ver en la Biblia, hasta el día en que<br />
fueron abiertos mis ojos, que no se trataba de <strong>La</strong>s Necesidades, sino de <strong>La</strong> Necesidad. Y la única<br />
necesidad que tiene el hombre, es Jesucristo.<br />
A todo lo demás, si se lo hace y se lo tiene, bienvenido sea como accesorio, pero la base de<br />
una iglesia del Señor, es la predicación fiel de Su Palabra genuina y, a partir de allí, el discipulado de<br />
cada uno de los que Dios añada a ese lugar.<br />
Solía ejemplificar un pastor que, un avión de línea, tiene como objetivo trasladarte a un<br />
determinado destino. Que durante el viaje tú uses el aire acondicionado, la música funcional, el cine y<br />
el restaurante de a bordo, es accesorio. Pero a nadie se le ocurriría ir solamente a ver cine a un<br />
avión.<br />
Entonces, el único problema que tenía en mi corazón, era la palabra que el Señor me había<br />
dado <strong>para</strong> llevar allí. Luego de orar y creo que hasta ayunar respecto a ello, Él me había dirigido a<br />
llevar nada menos que Gálatas 5: ¡<strong>La</strong>s obras de la carne!<br />
¿Pero como iba yo a devolver tanta gentileza, pleitesía y exagerado respeto ministerial <strong>para</strong><br />
conmigo y mi familia, predicándoles sobre las mugres del pecado, a toda esa gente que seguramente<br />
recibía contención, enseñanza y guía permanente por parte de todos sus pastores a cargo? ¡Eso era<br />
sencillamente una muestra de falta de consideración!<br />
Sin embargo, y pese a que me faltaban varias monedas <strong>para</strong> completar el peso en mi vida<br />
espiritual, algo ya estaba teniendo muy claro en ella: obedecía sin chistar las órdenes de mi Padre<br />
celestial o cualquier cosa que hiciera carecía de unción.<br />
Entonces, sencillamente y sin el menor pudor, a continuación de los homenajes y palabras<br />
alusivas, sumadas a los afectuosos saludos de todo el cuerpo ministerial de la iglesia, las alabanzas<br />
y adoración de rigor y los anuncios, me cedieron el púlpito y Gálatas 5 cobró vida y efecto.<br />
A esa altura de la jornada, yo ya me había convencido que esa Palabra Dios me la había<br />
dado porque, seguramente, habría alguien a quien le iba a calzar de perlas. Estaba convencido que<br />
esa gente estaba lo suficientemente pastoreada como <strong>para</strong> no necesitar examinarse su carne, pero<br />
que por allí a uno, apenas a uno, podía serle útil. No iba a pasar al frente, claro está, pero iba a ser<br />
bendecido.