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cosas35 - The International Raoul Wallenberg Foundation

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La tarea no era sencilla. La persecución afrentaba principios elementales<br />

de Derecho, pero en aquella época no existía la ley 17.817,<br />

que declaró de interés nacional la lucha contra el racismo, la xenofobia<br />

y toda otra forma de discriminación, por lo cual una lectura superficial<br />

de los textos vigentes podía archivar el planteo hasta sin darle trámite.<br />

Teníamos que acudir al poder público en nombre de un principio democrático,<br />

pero el país sufría la dictadura sin dictador que, con visos totalitarios,<br />

movía sus tentáculos bajo la apariencia neutra de Aparicio Méndez:<br />

debíamos encarar nuestro reclamo a contramano de los tiempos.<br />

No había jurisprudencia que consultar ni doctrina vernácula a la<br />

cual ampararse. Había que crear a partir de las normas positivas y los<br />

principios generales, lo cual no es novedad en la abogacía, que consiste<br />

precisamente en generar respuestas propias para cada caso particular;<br />

pero la singularidad es que había que apoyarse en las bases mismas de<br />

la Constitución… que estaba suspendida sine die.<br />

Obstáculo suplementario: el puesto nazista era propiedad de, o estaba<br />

manejado por, un funcionario del Ministerio del Interior, que<br />

exhibía su carné policial y literalmente corría a los ciudadanos judíos<br />

que se acercaban –ya fuera a título individual o ya fuera institucionalmente,<br />

como bien supo hacerlo la mesa del Comité Central.<br />

Como consecuencia de planteos del dueño del puesto y de reclamos<br />

efectuados por dirigentes judíos, hubo declaraciones en sede policial<br />

y retenciones tan injustificadas como incómodas, entre las cuales no<br />

puedo olvidar la de José Jerozolimsky, un amigo entrañable que fue un<br />

verdadero maestro en el periodismo de conciencia. Pedida audiencia<br />

al Ministerio del Interior, se dilató primero y no fructificó después.<br />

En esas difíciles circunstancias reencontré a Nahum Bergstein, estudioso,<br />

diligente, eficaz, señor de sí mismo que proyectaba la misma<br />

personalidad sin tiempo con que llegó al fin de sus días. Por el tema,<br />

debí visitarlo en el Estudio, en la casa de Montevideo, en su aparta-<br />

No estamos solos

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