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cosas35 - The International Raoul Wallenberg Foundation

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sedentaria, ni dejar de lado el punto de equilibrio que había logrado en el<br />

pasado entre el esfuerzo físico y el intelectual, como motor en su destacada<br />

existencia.<br />

Esta circunstancia lo llevó a tomar la severa decisión de viajar al gran<br />

país del Norte, para someterse en una clínica especializada a una delicada<br />

intervención quirúrgica, con el ánimo de recuperar la fuerza física<br />

que su desfalleciente válvula mitral le venía restando en sus últimos<br />

tiempos. A esa tierra lejana había resuelto llegar para jugar un nuevo<br />

y gran partido, con la esperanza de salir airoso al amparo de su intacta<br />

fortaleza intelectual y moral, pero sabiendo al mismo tiempo que se<br />

sometía a un difícil trance. Confió en que ganaría la partida, tal como<br />

había ganado aquel memorable torneo en que fuimos compañeros, pero<br />

finalmente el invencible rival decidió ganarle la partida determinando<br />

su ingreso a la eternidad.<br />

Tres días antes de partir, Nahum y su distinguida esposa me invitaron<br />

–como lo hacían de tanto en tanto- a compartir una cena en el hermoso<br />

departamento de Pocitos, en la que me puso al tanto de su importante<br />

decisión. Como las demás veces, fue una cena exquisita, preparada por su<br />

esposa con la fineza de siempre, aunque en esta ocasión permeaba en el<br />

diálogo, rico como siempre en noticias y comentarios mundanos, cierta<br />

inquietud, reflejo inevitable de la trascendente decisión de mi amigo.<br />

La ansiedad que Nahum procuraba vanamente ocultar con su habitual<br />

porte y entereza, venía, no obstante, acompañada de una gran esperanza.<br />

Era Aristóteles quien decía; “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.<br />

Fiel al aforismo del filósofo, Nahum partió con el estado de ánimo<br />

propio de quien sueña salir airoso de un difícil trance.<br />

Cada uno de nosotros vivimos la experiencia de nuestra ignorancia<br />

acerca del día de nuestra muerte, ignorancia en virtud de la cual libramos<br />

cheques al descubierto como si dispusiéramos de la eternidad. Mi amigo<br />

lo hizo una vez más, esta vez guiado por la esperanza de volver restablecido<br />

233<br />

Semblanzas de Nahum Bergstein

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