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cosas35 - The International Raoul Wallenberg Foundation

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El tiempo pasaba. Yo me sentía muy apesadumbrado. Por una razón que<br />

no comprendo (o no recuerdo) a Nelly se le aflojaban las ropas y poco a poco<br />

iba quedando desnuda.<br />

-Menos mal que no hay oleaje – comentó Nahum en algún momento.<br />

-Lo único que nos faltaba – respondí sin ganas (si esa noche las aguas del<br />

Río de la Plata no hubiesen estado absoluta y completamente calmas, hoy no<br />

estaría escribiendo estas líneas).<br />

En otro momento a él se le ocurrió pensar lo que habrían sufrido los judíos<br />

en los campos de concentración. Nuestra soledad le llevó a murmurar algo así<br />

como: “qué olvidada del mundo debió sentirse aquella gente…”.<br />

Pero más allá de estos comentarios aislados, en la tabla reinaba un silencio<br />

tétrico sólo interrumpido cuando se oía algún sonido. Esto desataba un griterío<br />

infernal pues nos aferrábamos a la creencia que se trataba del rescate pero casi<br />

siempre eran boyas. El alma se nos venía a los pies cuando percibíamos, una vez<br />

más, que no se trataba del ansiado barco de salvataje. Era como la parábola de<br />

José Enrique Rodó en la cual la novia engañada se engalana con su vestido blanco<br />

todos los días a la espera de un novio que no vendrá. Cada cinco minutos yo<br />

decía: “veo un barco…” y siempre resultaban espejismos producto de la desazón<br />

y de una mente ya afectada por las circunstancias que nos asediaban.<br />

¿Qué se siente en el agua, muerto de frío, cuando los compañeros de tabla a<br />

la que se está agarrado, van muriendo uno a uno Peor, ¿qué siente un hombre<br />

que está con su mujer embarazada de siete meses y sabe que ella (y su bebito)<br />

puede ser la próxima<br />

Al final Nelly se quebró.<br />

-Me voy –le dijo a Nahum en cierto momento.<br />

-No te vayas, porque si te vas, me voy yo también.<br />

Un rato después ya era imposible pensar, tiritando de frío, exhausto, sabía<br />

que me quedaba poco, que no iba a aguantar mucho más. Entonces lo vi:<br />

-Si lo que ahora veo frente a mí no es un barco declárenme loco de atar- dije.<br />

Eran de verdad mis “últimos” minutos.<br />

75<br />

Semblanzas de Nahum Bergstein

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