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cosas35 - The International Raoul Wallenberg Foundation

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consideraba dicha suma “desmesurada” pidió que la guardásemos en nuestra<br />

caja fuerte mientras permanecían en Buenos Aires con nosotros. Lo<br />

que había adelantado sería un viaje “en primera clase, a todo trapo” se<br />

tradujo en un viaje en tren desde Retiro, el cruce del río en canoa y por<br />

último, ya no recuerdo, unas cuantas horas arriba de un autobús de línea<br />

paraguayo. Explico por qué. Lo llevamos a la estación, todos exultantes.<br />

Cuando el tren comienza a rodar, muy lentamente, a través de la ventanilla<br />

baja Nahum recuerda –en pánico– que había olvidado en casa lo que él<br />

entonces consideraba su pequeña “fortuna”. Me gritaba y me pedía que<br />

le diera todos los billetes que llevaba en mis bolsillos en ese preciso momento,<br />

cosa que comencé a hacer caminando primero, trotando después<br />

y corriendo la mayor parte del andén mientras Pepi también aportaba lo<br />

suyo. Logré vaciar mi billetera pero volvimos a casa desternillados de la<br />

risa y sin demasiada preocupación por su suerte. Un amigo común, pues<br />

nuestros amigos de Buenos Aires pasaron también a ser sus amigos y los de<br />

él en Montevideo los nuestros, me dijo en una oportunidad: “si agarras a<br />

Nahum y lo tiras en calzoncillos desde un helicóptero en la selva de Borneo<br />

y volvés seis meses más tarde, lo vas a ver conversando de lo más animado<br />

con el jefe de la tribu o asesorando al consejo de ancianos…”.<br />

Como éstos tenemos muchos otros episodios de tenor similar pues con<br />

el tiempo comenzamos a pasar algunos días del verano en la casa de la calle<br />

Bolivia en Carrasco, a principios de los años 60’. Fue la época que Nahum<br />

comenzó a jugar al tenis y nos contagió su entusiasmo de primerizo. En su<br />

viaje a Europa de unos años antes había visto jugar ese deporte y a su regreso<br />

había empezado a practicar. Con el tiempo llegamos a conformar un grupo<br />

con sus hijos -Moishe y Jonás- y el mío –Carlos- que durante muchos años<br />

disfrutamos a más no poder el deporte blanco.<br />

Uno de esos veranos Nahum y Nelly nos llevaron a Punta del Este.<br />

Nuestro primer alojamiento fue en Arcobaleno. Nunca olvidaremos la impresión<br />

que nos causó este balneario al punto tal que desde entonces, fina-<br />

No estamos solos

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