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Por qué - Revista Biblica

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[54]era de origen griego y gran conocedor de la literatura clásica latina. El trabajo que emprendiócausó no pocas reacciones entre las autoridades eclesiásticas de su época, a pesar de que laInquisición Española había abrogado la norma que prohibía la traducción y publicación enlengua castellana de la Vulgata (seguía la prohibición de traducir la Biblia de las lenguasoriginales). El padre Scío no se limitó a consultar la Vulgata, sino que también tuvo a su vistala versión de Reina y muy especialmente la de Ferrara, tal como consta en las abundantesnotas de la edición.Vale la pena transcribir algo de la amplísima introducción de la versión de Scío para conocerla erudicción de este traductor tan injustamente vilipendiado. En efecto destaca Scío losiguiente:<strong>Por</strong> lo que mira al uso de los artículos, como el latín carece de ellos y el sentidopor esta causa suele estar dudoso, para llevar alguna regla cierta y usar de ello ono en la traslación, he procurado no perder de vista y seguir a paso los textosoriginales. Se acomoda en esto tan exactamente nuestra lengua á la griega y auná la hebrea, que casi sin dificultad se pueden expresar en castellano, cuando mees forzoso levantar la voz, y quejarme de nuevo, al verla ya despojada en granparte de una singular prerrogativa de que antes no carecía. Nuestros antiguosespañoles, incluyendo los del siglo XVI, usaban frecuentemente de los artículos,aún cuando los substantivos iban acompañados de los pronombres posesivos.Decían por ejemplo: La nuestra gloriación es ésta, en perfecta correspondenciadel griego -‘i kaujísis imon aftí ésti-. Pero los que vinieron después, no sé porquémotivos, los suprimieron enteramente, sin atender á que privaban su propialengua de un idiotismo que expresa con la mayor viveza toda la fuerza que tienenlos originales. Nuestros antiguos no hallaban dureza en estos modos deexplicarse; y nosotros tampoco los hallaríamos, si nos acostumbráramos à ellos,así como no la hallamos en la oración del Padre Nuestro, cuando decimos: -Santificado sea el tu nombre; venga á nos el tu reino-, porque lo repetimos todoslos días, muchas veces. A lo que se añade que aún los portugueses, cuya lenguaes un dialecto de la nuestra (sic), no han querido que carezca la suya de estapropiedad y gracia.La versión de Scío es pues una versión denominada de segunda mano, ya que está realizadasobre otra traducción. La impresión fue efectuada en Valencia (España) en diez tomos,ilustrados con grabados de la Biblia francesa traducida por De Sacy (1701) y lleva el textolatino junto al castellano, además de las obligadas notas explicativas, de gran erudición einterés para hoy (especialmente por las frecuentes referencias a la Biblia de Ferrara) y por sifuera poco, incluye las paráfrasis de los principales libros.La versión de Scío fue enormemente popular durante el siglo pasado, como lo demuestran lasnumerosas ediciones que se hicieron

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