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Espectro Autista: definición, evaluación e intervención educativa

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Recursos Didácticos<br />

También de forma coincidente, lo que aporta un mayor atractivo al misterio que<br />

rodea a los estudios sobre el autismo, las primeras referencias que se tienen sobre la<br />

existencia de Víctor del Aveyron datan de 1799 y la descripción realizada por el<br />

boticario del Bethlem Royal Hospital, John Haslam, sobre el curioso caso de un niño de<br />

cinco años admitido en el hospital, también está fechada en ese mismo año (1799).<br />

Jean Marc Gaspard Itard describió el primero de los casos referidos. El niño salvaje<br />

de los bosques de Aveyron en Francia. Itard describe la peculiar y escasa utilización de<br />

la vista y el oído de Víctor: nunca jugaba con juguetes, pero reía encantado cuando le<br />

dejaban chapotear y salpicar el agua del baño, llevaba a las personas de la mano para<br />

mostrarles lo que quería. Cuando había visitantes que se quedaban demasiado tiempo,<br />

les daba sus sombreros, guantes y bastones, los empujaba fuera de la habitación y<br />

cerraba con fuerza la puerta. Se resistía al menor cambio que se produjera en su entorno<br />

y tenía una excelente memoria para recordar la posición de los objetos de su habitación,<br />

que siempre le gustaba mantener exactamente en el mismo orden. Le encantaba palpar<br />

las cosas y tocaba y acariciaba la ropa, las manos y la cara de las personas que conocía,<br />

pero, en un principio, parecía completamente insensible al frío y al calor.<br />

Víctor nunca llegó a ser normal ni aprendió a hablar, pero su conducta social mejoró<br />

hasta el punto de no ser reconocible. Incluso llegó a ser capaz de leer algunas palabras<br />

y obedecer órdenes escritas y pudo comunicarse con otras personas de manera no<br />

verbal. El joven fue confiado a una cuidadora con quien estuvo hasta el final de su vida.<br />

Como menciona Uta Frith (1991), hay muchos misterios en Víctor y en la mayoría<br />

de los niños salvajes; tales como que cumplen casi todas las características de los niños<br />

y jóvenes autistas; y muchos de ellos pueden vivir en estado salvaje pero difícilmente<br />

sin educación pueden hacerlo en la civilización y la cultura.<br />

Como hemos señalado, el segundo de los casos es el descrito por el boticario del<br />

Bethlem Royal Hospital, John Haslam. El niño había tenido un sarampión muy fuerte<br />

cuando tenía un año. A los dos años, según explicó su madre, empezó a estar “más activo<br />

que de ordinario y más difícil de controlar”. Comenzó a balbucear a los dos años y<br />

medio, pero no habló ni una palabra hasta los cuatro. Solamente lloraba un poquito al<br />

separarse de su madre. Su estado de salud parecía bueno, pero estaba constantemente en<br />

acción y especialmente predispuesto para la imitación. “Le producía gran satisfacción<br />

observar a otros niños, pero nunca se unía a ellos, ni jamás estableció lazo especial<br />

alguno con ninguno”. Jugaba de manera absorta, pero aislada, con soldados de juguete.<br />

Recordaba muchas melodías y sabía silbarlas. Siempre hablaba de sí mismo en tercera<br />

persona. Esta conducta fue lo suficientemente interesante como para que a Haslam le<br />

llamara poderosamente la atención y la publicara, pero en eso quedó todo. “Sólo cuando<br />

Vaillant en 1962 leyó la descripción del boticario Haslam, después de más de siglo y<br />

medio, presumió un diagnóstico: autismo” (Tomado de Hunter-Watts, 2005).<br />

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