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Espectro Autista: definición, evaluación e intervención educativa

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Recursos Didácticos<br />

Con relación a la etiología genética, inicialmente se consideró un mecanismo de<br />

transmisión autosómica recesiva (por análisis de segregación familiar, y por hallazgos<br />

concordantes en gemelos monocigóticos), pero actualmente se piensa que existen<br />

menos de 10 genes que actúan de manera multiplicativa, por lo que se habla entonces<br />

de Herencia Multiplicativa. En concreto, Piven (2001) señala que los estudios iniciales<br />

en el genoma muestran convergencia en cuanto a la implicación de ciertas regiones de<br />

los cromosomas 7 y 15. También se ha señalado el llamado síndrome del cromosoma X<br />

frágil, es decir la falta de sustancia en el extremo distal del brazo largo del cromosoma,<br />

como causa del síndrome autista. En este sentido Piven señala que se están realizando<br />

en la actualidad esfuerzos para la incorporación de información genética sobre el<br />

amplio fenotipo del autismo, no obstante aún no se pueden presentar resultados<br />

concluyentes.<br />

Con relación a la etiología neurobiológica se habla de las anormalidades en los<br />

neurotransmisores, específicamente de la serotonina que se encuentra aumentada en los<br />

niños con síndrome autista (hiperserotoninemia), este exceso altera el funcionamiento<br />

cerebral. Otras investigaciones hablan de alteraciones en el cerebelo, específicamente<br />

cambios en el número y tamaño de las neuronas de los núcleos cerebelosos, que<br />

sugiere un trastorno evolutivo en las relaciones sinápticas de estos núcleos. Estudios de<br />

neuroimagen han evidenciado alteraciones en el volumen cerebral (disminuido), en la<br />

corteza cerebral y en el sistema límbico. También existen hallazgos inmunológicos que<br />

demuestran niveles de inmunoglobulinas alteradas, específicamente una<br />

inmunoglobulina “A” baja y una actividad deficiente del sistema del complemento. Por<br />

otro lado, parece que existe una probada asociación, que va más allá del azar, entre el<br />

autismo y determinadas crisis epilépticas. Díez (2001) señala que está suficientemente<br />

documentado que existe un porcentaje significativo de personas autistas que<br />

desarrollan crisis epilépticas. En este sentido no se pretende señalar que el trastorno<br />

autista sea un factor desencadenante de crisis epilépticas, sino que determinados<br />

factores genéticos y ambientales implicados en el trastorno autista, por mecanismos<br />

que aún no se conocen exactamente, van a causar la alteración cerebral subyacente que<br />

dará lugar a una neuropatología más amplia que, en la mayoría de las ocasiones, se<br />

acompañará también de retraso mental.<br />

Las teorías psicológicas con más solidez que se han empleado para explicar el<br />

problema son: la socioafectiva, originalmente planteada por Kanner y luego<br />

replanteada por Hobson en los años 80; y la cognitiva, con las propuestas de Happé,<br />

Baron-Cohen, Leslie y Frieth (Déficit en la elaboración de una Teoría de la Mente), de<br />

Uta Frith (Teoría de la coherencia central) y de Sally Ozonoff (Déficit en las Funciones<br />

ejecutivas).<br />

Dentro de las teorías psicológicas, teorías que nos atañen especialmente por<br />

objetivo de este trabajo, Francesca Happé (2001), señala que partiendo de que el<br />

autismo se define en base a alteraciones en la socialización, la comunicación y la<br />

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