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Leer-el-pensamiento-del-Libertador-economia-y-sociedad1

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centro de una mirada capaz de abarcar de un guiño los rutilantesastros, los soles infinitos. Si <strong>el</strong> arcaico mito griego redime<strong>el</strong> pecado d<strong>el</strong> poder en la anestesia de la ceguera, la epifaníaamericana lo martiriza en <strong>el</strong> tormento de la luz, de la cual sonmetáforas y a la vez espejos las referencias d<strong>el</strong> héroe a los cristaleseternos que circuyen <strong>el</strong> Chimborazo, y también aqu<strong>el</strong> inmensodiamante que le servía de lecho. Visión y luz acaecenaun con los párpados cerrados: dentro de <strong>el</strong>las concluyen pasado,presente y futuro: la perfección de su horror consiste en quea través de <strong>el</strong>las se vislumbra la presencia absoluta de la nada.Si en la aurora de la historia de Occidente un hombre perforósus ojos para no contemplar lo insoportable, en la alboradade América otro hombre, inundado por la más arrasadora luz,todavía abre sus párpados para superponer a la claridad insoportable<strong>el</strong> transitorio vértigo de la voz de Colombia, <strong>el</strong> trajinarde los batallones, la miseria fisiológica y la muerte solitaria. Lospasos de esta última gesta se aprecian con justeza si se sabe quecada uno de <strong>el</strong>los fue dado sobre <strong>el</strong> vacío, y en cierta maneracontra y dentro de él. La penetración de esta mirada que verificabaexactamente <strong>el</strong> estado de las cabalgaduras y la metálicaintendencia de la artillería y <strong>el</strong> secarse de la tinta en la sentenciade muerte se puede ahora juzgar sabiendo que al mismotiempo veía en todos <strong>el</strong>los <strong>el</strong> espacio que encierra la materia.El salón d<strong>el</strong> dandy y <strong>el</strong> lomo de la bestia indómita y <strong>el</strong> gabineted<strong>el</strong> dictador y <strong>el</strong> lecho de amor y <strong>el</strong> de la agonía que con escrupulosoutilitarismo citó para enfatizar proclamas no fueronentonces más que concreciones superpuestas al desierto de talespacio. El hombre, o la muchedumbre de hombres que peregrinarondentro de ese ámbito fueron asombrosas consolidacionesde una voluntad capaz de evocar y materializar cualquierforma contra <strong>el</strong> t<strong>el</strong>ón de fondo d<strong>el</strong> vacío.La crónica rememora profundos desalientos d<strong>el</strong> <strong>Libertador</strong>.No le fueron nunca impuestos por los hechos: sus adversarioslo sabían infinitamente más p<strong>el</strong>igroso vencido que vencedor.Si se quejó de haber arado en <strong>el</strong> mar, aun habiendo surcado lahistoria con un tajo imborrable, fue porque la luz insoportabl<strong>el</strong>o hizo consciente de la levedad de todo paso humano en los

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