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Leer-el-pensamiento-del-Libertador-economia-y-sociedad1

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campestre, y rito para adorarlo <strong>el</strong> peregrinaje. El peregrino noes ahora quien viaja hacia un lugar sagrado, sino quien huye deun sitio a otro porque ya nada es sagrado para él. Dos peregrinosavanzan en 1805 por los senderos accidentados de una Italiaque todavía no es Italia. El mayor, de treinta y tres años, comosiempre, habla febrilmente de Voltaire, de H<strong>el</strong>vecio, de Spinoza,de Hume y de Holbach, de sus experimentos químicos, de susfugas de conspirador, de sus utópicos planes para regenerar<strong>el</strong> Nuevo Mundo mediante la educación. El más joven, deveintiún años, quizá calla. Sus facciones sólo expresan <strong>el</strong> vacío.Ha perdido <strong>el</strong> amor de su vida. No le interesan para nada lossucedáneos de la ciencia o de la ambición, que su compañerode viaje le recomienda. Ha pensado en morir, y en efectoparece <strong>el</strong> candidato perfecto para <strong>el</strong> suicidio, única cura d<strong>el</strong>mal d<strong>el</strong> siglo. Podría pagarse <strong>el</strong> más suntuoso tren de viaje y noobstante, a instancias de su compañero, peregrina de la maneramás sencilla, para conocer palmo a palmo, pisada tras pisadaaqu<strong>el</strong>la tierra en la cual la magnífica luz de la civilización se haencendido y extinguido tantas veces.Todos los caminos los llevan a Roma. Apenas depositan suspesadas mochilas en una pequeña posada cerca de las graciosasescalinatas de la Plaza de España, un cambio se produce en losperegrinos. El mayor, Simón Rodríguez, debe callar fatigado. Elmozo Simón Bolívar ha dejado en <strong>el</strong> camino su desesperación.Las ruinas de Roma le hablan de la fugacidad de los imperiosy de la eternidad de los hombres. En <strong>el</strong> Monte Sacro, recuerdaque en ese mismo sitio <strong>el</strong> pueblo romano luchó por suprimir laesclavitud por deudas, por <strong>el</strong>egir tribunos que los representarany por borrar la desigualdad social. Exaltado, hace testigo aSimón Rodríguez de un juramento solemne.Es buena precaución que lo pronuncie ante testigos,porque gracias al maestro, que lo transmite en 1850 a Manu<strong>el</strong>Uribe, conocemos <strong>el</strong> texto completo de esta pieza que mezclaerudición con arrebato romántico, presunción con profecía:“Conque éste es <strong>el</strong> pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracosy los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto,de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido

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