Revista Quid 55

Ibiza, la Ruta del Bakalao
Por Horacio de Dios
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En cualquier aeropuerto, desde Sydney a Moscú o Marrakech,
hay valijas etiquetadas con la sigla IBZ (Ibiza). Mucho más
desde los destinos cercanos de Valencia o Barcelona o no tan
próximos como Londres o Frankfurt en especial entre mayo y
septiembre, en la primavera europea.
La proliferación de aerolíneas de precios económicos (low cost)
multiplicó los pasajeros porque la diferencia de precio entre las
grandes empresas tradicionales y pequeñas es enorme. Algunas
compañías establecieron segundas marcas para no perder ese
mercado.
Desde Argentina no es tan simple adquirir esos pasajes porque
todo se hace por Internet con tarjeta, con mucha anticipación,
no hay devolución y tampoco cambio de fechas mientras los
precios fluctúan de acuerdo al día de vuelo. Hay que viajar con
poco equipaje porque el recargo de peso puede ser mayor que
el costo del pasaje.
Es tan así que desde Barcelona (572 kilómetros en línea recta),
el ferry para un traslado de seis horas es más caro que un avión
que tarda una hora, menos que de Buenos Aires a Mar del Plata.
Lo más conveniente, por lo menos así fue mi experiencia, es
llegar a Europa por las aerolíneas tradicionales sin incluir este
tramo parcial porque es muy oneroso. Y luego recurrir a los
low cost que abundan desde España, el Reino Unido, Francia o
Alemania.
Del bacalao a la Ruta del Bakalao
La gastronomía de la isla es tan surtida y deliciosa como la de
Cataluña. Existen muchas afinidades con la cultura, costumbres
y gastronomía fenicio-arábigas (folclore, gastronomía, costumbres
sociales) debido a su historia.
Se me hace agua la boca al recordar los embutidos, la “sobresada”
lo mismo que la “butifarra”, pero en especial los pescados y
dentro de ese capítulo el bacalao.
Estoy acostumbrado, desde mi abuela, a comerlo salado y seco
y recordar el mal trago del “aceite de hígado de bacalao”. En
Ibiza lo como fresco en las croquetas o las ensaladillas en las tapas,
entrantes o platos principales y de paso ingiero mi cuota de
Omega 3. Los cocineros lo preparan de mil maneras y nuestro
conocido Karlos Arguiñano tiene quince recetas diferentes.
Aunque la referencia más poderosa no pasa por la mesa sino
por las discotecas que en los años 90 inventaron la “Ruta del
Bakalao”, una marcha continua sin pausa, con noches que podían
durar 72 horas o más.