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Revista Quid 55

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fútbol, de El secreto de sus ojos, de la adaptación del libro a la<br />

película, sale el tema del Oscar, qué significó y qué cambios<br />

me trajo. En el caso del libro, Lucas es muy mal llevado con<br />

eso y se siente incómodo, pero yo sé que también es entendible<br />

que haya ciertas preguntas que surjan. Por ejemplo esto<br />

de querer saber si las historias son reales o ficticias me lo preguntan<br />

muy seguido, pero esa es una pregunta de lector y yo<br />

me la hago mil veces cuando estoy leyendo. Lo que me causa<br />

gracia es qué incómodos que los pongo a los periodistas con<br />

ese texto de Lucas.<br />

–Volviendo a hablar de cosas que le pasan a Lucas y entrando<br />

tal vez en uno de sus lugares comunes. Lucas es<br />

autor de un libro muy exitoso y vive sólo de eso. En un<br />

punto con El secreto de sus ojos usted también tuvo un<br />

éxito enorme ¿Alguna vez sintió que el libro lo pasaba<br />

por encima? La verdad es que no, porque mi crecimiento<br />

como autor publicado fue más gradual de lo que la gente supone.<br />

Antes de El secreto de sus ojos ya había publicado tres<br />

libros de cuentos en los que había mucho de fútbol y se vendían<br />

bien. Ya tenía una carrera editorial más o menos en marcha.<br />

Es cierto que a El secreto de sus ojos le fue muy bien,<br />

pero no es que yo puedo vivir de los derechos del libro de acá<br />

hasta que me muera. Lo que sí me dio todo el fenómeno de<br />

El secreto de sus ojos fue muchas oportunidades de laburo.<br />

Para Eduardo Sacheri escribir es una necesidad, pero en esa<br />

necesidad, en esa pulsión también hay una dosis ambigua<br />

de placer y sufrimiento. “Te diría que ambos sentimientos<br />

se alternan porque cuando la necesidad se topa contra una<br />

pared, lo que hay es sufrimiento, frustración porque las cosas<br />

no salen, porque no le encontrás la vuelta, porque sentís<br />

que el libro se te escapa y los personajes te huyen. Cuando<br />

sentís que entraste en sintonía es la etapa más placentera del<br />

asunto. Sentís que el libro fluye, los personajes se sostienen<br />

y de algún modo viven. A lo mejor cuando terminaste con un<br />

libro, vuelve la parte de sufrimiento que tiene que ver por un<br />

lado con abandonarlo, con el duelo de que esos personajes te<br />

vayan dejando y por el otro lado, esta cosa tediosa y necesaria<br />

al mismo tiempo, que es corregir, un laburo muy importante<br />

para que el libro quede bien, pero que es aburridísimo. Llega<br />

un punto en el que estás harto de leerte. Todo es previsible,<br />

todo es evidente, todo está impostado y sentís que le ves las<br />

costuras por todos lados y no ves la hora de que se publique<br />

porque ya no querés volver a verlo”, dice Sacheri convencido<br />

de sus palabras.<br />

–En ese proceso de escritura, ¿se sienta a escribir una<br />

vez que tiene la historia cerrada o la va encontrando a<br />

medida que va escribiendo? En general necesito tener un<br />

esquema muy claro de qué es lo que quiero contar, por dónde<br />

me voy a meter y por dónde voy a salir. Por supuesto que después<br />

hay un montón de modificaciones en el medio, pero soy<br />

mucho más de esos escritores ordenaditos. Tomo apuntes, me<br />

hago diagramas, casi cuadritos sinópticos como los que usaba<br />

cuando estudiaba en la facultad. Una vez que tengo eso, recién<br />

me siento a escribir.<br />

Cada vez que empieza un libro nuevo, en un primer momento<br />

a Sacheri no le pesa la mirada de los otros porque siempre<br />

escribe sobre lo que quiere escribir. “El lector de ese libro<br />

soy yo. No lo digo en un sentido ampuloso, como si yo fuera<br />

mi mejor crítico, sino en el sentido de que yo escribo para<br />

contestarme preguntas. Entonces el libro es un intento de<br />

respuestas a esas preguntas”. En una segunda etapa, confiesa<br />

que la mirada ajena sí empieza a ser cada vez más importante.<br />

“Si yo me siento conforme con el libro y siento que dije cosas<br />

que a mí me importaron me encanta pensar que a alguien le<br />

pueda pasar algo con ese libro. A veces hablo con colegas que<br />

me dicen que no les importa si lo que escriben les gusta o no<br />

a los lectores. Yo lo respeto, pero no lo comparto. La verdad<br />

es que a mí me encanta que un libro mío guste. No me da lo<br />

mismo, creo que la mirada de los otros nos construye mucho”.<br />

En Ser feliz era esto, Sacheri se puso en la piel de una chica<br />

de catorce años para llevar adelante su historia. Alcanzar ese<br />

registro dice que fue uno de los desafíos mayores del libro.<br />

“Me interesa ser capaz de cambiar, de hacer algo distinto<br />

libro a libro. Venía de Papeles en el viento, que es una novela<br />

de cuatro cuarentones que se criaron en Castelar y son hinchas<br />

de Independiente. Es decir, comparten mucho conmigo.<br />

Entonces quería hacer algo distinto, cruzarme a la cabeza de<br />

una mujer, y a una mujer de catorce años, me pareció que<br />

era un desafío interesante. Yo tengo una hija de esa edad y un<br />

montón de alumnos adolescentes, así que ese registro lo tengo<br />

cerca de mi oído”.<br />

–Recién nombró a su hija y dijo que mucho de la construcción<br />

del lenguaje y los diálogos los tomó de su relación<br />

con ella, ¿Cómo recibió ella la lectura del libro?<br />

Le gustó y se sintió sorprendida. Si bien la historia en sí está<br />

lejos de nosotros porque por suerte no nos tocaron esas tragedias,<br />

el modo de relacionarse de ellos dos, los chistes, las<br />

chicanas, las burlas recíprocas con respecto al lenguaje del<br />

otro, los desafíos de “leete esto y dejate de joder”, son muy<br />

nuestros. Además, ella fue mi primera lectora. Me pareció<br />

que era justo que lo leyera, no sólo por todo lo que le pedía<br />

prestado, sino para que ella viera si encontraba una chica de<br />

catorce años o no en ese libro.<br />

El fútbol es otro de los lugares comunes en toda nota que le<br />

hacen. Muchas veces, incluso en ámbitos literarios, termina<br />

hablando más de fútbol que de literatura. Cuando le pregunto<br />

si eso le molesta, me responde: “A mí lo que me suelen<br />

molestar son las simplificaciones. Si te gustan mis cuentos<br />

de fútbol porque sólo ves fútbol en ellos, yo me lo tengo que<br />

bancar porque cada lector hace lo que quiere, pero yo siento<br />

que fallamos vos lector y yo autor. Porque mi idea es usar el<br />

fútbol para hablar de otras cosas que están atrás del fútbol.<br />

Del mismo modo que me encanta cuando alguien viene y<br />

me dice “a mí no me gusta nada el fútbol pero tu cuento me<br />

encantó por esto, aquello y lo otro” y yo digo “bárbaro, me<br />

encanta que te haya pasado eso”. Ahí siento que superamos la

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