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1o<br />
siderado entre dos actitudes extremas, a las cuales denomina<br />
“vicios”. De este modo, se estima que el hombre es virtuoso<br />
cuando su voluntad ha adquirido el “hábito” de actuar con<br />
rectitud, de acuerdo siempre con ese “justo término medio”<br />
que evite tanto el exceso como el defecto. Ahora bien, la<br />
actuación de acuerdo conforme a este sentido de “virtud”<br />
requiere de un cierto tipo de sabiduría práctica a la que<br />
Aristóteles llama “prudencia” (phrónesis). Sin esta, nuestra<br />
actuación se verá abocada irremisiblemente al exceso o al<br />
defecto o, lo que es igual, al “vicio”. En un pasaje de su<br />
Ética a Nicómaco revela los puntos más significativos de la<br />
concepción de “virtud”:<br />
“La virtud es un hábito [o disposición adquirida] de la voluntad<br />
consistente en un término medio en relación con nosotros;<br />
[término medio] que es determinado racionalmente por<br />
una regla recta (órthos lógos), aquella por medio de la cual<br />
lo determinaría en un hombre dotado de sabiduría práctica.”<br />
(Ética a Nicómaco, II, 6, 1106b 3-6)<br />
De acuerdo a esta particular ética, notamos aquí una primer<br />
antinomia: exceso o virtud. La idea contenida en la última<br />
frase del texto aproxima un poco la ética aristotélica al “intelectualismo<br />
moral” de Sócrates y Platón. También para<br />
Aristóteles la sabiduría está en la base del comportamiento<br />
virtuoso. En cuestión de moral, es de nuevo la razón la que<br />
tiene la última palabra. Es verdad que, según Aristóteles, lo<br />
que todas las acciones del hombre persiguen es simplemente<br />
la felicidad, pero son la razón y la sabiduría que esta propicia<br />
las que nos indican lo que debemos hacer para alcanzarla,<br />
en tanto que cualquier tipo de exceso conspira contra<br />
la ambición de alcanzar una felicidad plena y perfecta.<br />
A la vez, por paradójico que resulte, el camino a muchos excesos<br />
llega bajo la promesa de una felicidad plena y perfecta,<br />
por pasajera que esta sea.<br />
La felicidad paradójica, precisamente, es uno de los principales<br />
títulos del filósofo francés Gilles Lipovetsky (París,<br />
1944), quien se encargó de analizar uno de los componentes<br />
esenciales de estos tiempos posmodernos: el vacío. Y una<br />
vez más lo paradójico: el vacío no se entiende sin el exceso.<br />
Ya en La era del vacío (1983), Lipovetsky advertía que nuestro<br />
tiempo estaba sobredeterminado por el exceso, y es por<br />
ese motivo llama a todos sus objetos de estudio les antepone<br />
el prefijo híper: hipermodernidad, hiperindividualismo, hiperconsumo<br />
e hipercine.<br />
“Híper”, de acuerdo a la visión de Lipovetsky, implica una<br />
saturación de significados que no buscan otra cosa que la<br />
desaparición de los antiguos límites institucionales: el Estado,<br />
la religión y la familia… Está convencido de que esta<br />
nueva etapa “híper” plantea una ilusión de sentidos que<br />
termina por vaciar de contenidos cuanto nombra. La felicidad<br />
paradójica lleva por subtítulo Ensayo sobre la sociedad<br />
de hiperconsumo, y Lipovetsky se detiene sobre este nuevo<br />
arquetipo social producto del exceso. La producción de<br />
bienes se centra en las personas y ya no tanto en sectores<br />
sociales (hasta Coca-Cola basa su actual estrategia en grabar<br />
nombres de potenciales compradores en sus envases), parece<br />
todo dispuesto a satisfacción del individuo/consumidor,<br />
y sin embargo –de allí la paradoja anunciada en el título– el<br />
hiperconsumista se vuelve desconfiado e infiel. Ya no sigue<br />
sólo a una marca, ahora puede entrar en Internet y comparar,<br />
analizar, reflexionar y orientar sus deseos hacia lo que<br />
más le gratifica, pero el exceso de posibilidades hace que sus<br />
emociones nunca se vean satisfechas: la experiencia de la<br />
decepción asoma rápidamente.<br />
Lo mismo aplica al desarrollo de la tecnociencia. “El exceso<br />
es propio de una sociedad que ya no tiene frenos”, afirma<br />
Lipovetsky. “La ciencia hace lo impensable y estamos en el<br />
exceso total. El culto a la modernidad tiene razones tecnocientíficas.<br />
La lógica de la técnica es ganar tiempo y dinero.<br />
La tecnología se vuelve dominante y se expresa en la cultura.<br />
Desde finales del siglo XIX los artistas celebraron la religión<br />
de lo nuevo, la destrucción del pasado, cambiar todo el<br />
tiempo por algo nuevo. El problema es que cuando no hay<br />
límites en la estética, cuando no hay rupturas y la respuesta<br />
es la radicalización. Hay una lógica vinculada al fetichismo<br />
de la novedad, y sólo la modernidad tiene esa veneración<br />
excesiva.”<br />
La realidad ha dejado de ser lo obvio, ha abandonado el terreno<br />
de la materialidad incorruptible. Quizás nunca haya<br />
sido así, quizás nunca se redujo a lo meramente fáctico. En<br />
otros tiempos incluyó a seres intangibles, fuerzas oscuras,<br />
telúricas presencias; lo ignoto, lo mágico, lo sagrado, complementaban<br />
su constancia. La realidad siempre ha sido algo<br />
más que los hechos, como si su verdad hubiera querido estar<br />
en otro sitio, ser otra cosa. Hoy, de una manera diferente, una<br />
fuerza centrífuga la dispersa, reduplica, centuplica. La ficción<br />
sustituye a la realidad bajo la forma de una hiperrealidad.<br />
La diferencia con el ayer estriba en que, si en las anteriores<br />
ocasiones el demérito de la empiria era el ocultamiento de<br />
una realidad más profunda, en el presente se nos revela<br />
como la emboscada del hueco, la pura apariencia tras la cual<br />
nada existe. En el exceso de estímulos posibles, de máscaras<br />
y explicaciones globales, en este catálogo infinito de paraísos<br />
artificiales, también hay lugar para los caprichos del vacío<br />
* ESCRITOR, TRADUCTOR y PERIODISTA, ha publicado varios libros de poesía y<br />
editó la colección Planeta Nómade sobre literatura de viajes. Aparecieron los<br />
títulos El camino de las damas, La ruta argentina, En busca de Cathay y Las huellas<br />
del río, todos en Editorial Planeta. También la antología En la vía - Relatos<br />
desde un tren y Relatos de París.