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Revista Quid 55

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1o<br />

siderado entre dos actitudes extremas, a las cuales denomina<br />

“vicios”. De este modo, se estima que el hombre es virtuoso<br />

cuando su voluntad ha adquirido el “hábito” de actuar con<br />

rectitud, de acuerdo siempre con ese “justo término medio”<br />

que evite tanto el exceso como el defecto. Ahora bien, la<br />

actuación de acuerdo conforme a este sentido de “virtud”<br />

requiere de un cierto tipo de sabiduría práctica a la que<br />

Aristóteles llama “prudencia” (phrónesis). Sin esta, nuestra<br />

actuación se verá abocada irremisiblemente al exceso o al<br />

defecto o, lo que es igual, al “vicio”. En un pasaje de su<br />

Ética a Nicómaco revela los puntos más significativos de la<br />

concepción de “virtud”:<br />

“La virtud es un hábito [o disposición adquirida] de la voluntad<br />

consistente en un término medio en relación con nosotros;<br />

[término medio] que es determinado racionalmente por<br />

una regla recta (órthos lógos), aquella por medio de la cual<br />

lo determinaría en un hombre dotado de sabiduría práctica.”<br />

(Ética a Nicómaco, II, 6, 1106b 3-6)<br />

De acuerdo a esta particular ética, notamos aquí una primer<br />

antinomia: exceso o virtud. La idea contenida en la última<br />

frase del texto aproxima un poco la ética aristotélica al “intelectualismo<br />

moral” de Sócrates y Platón. También para<br />

Aristóteles la sabiduría está en la base del comportamiento<br />

virtuoso. En cuestión de moral, es de nuevo la razón la que<br />

tiene la última palabra. Es verdad que, según Aristóteles, lo<br />

que todas las acciones del hombre persiguen es simplemente<br />

la felicidad, pero son la razón y la sabiduría que esta propicia<br />

las que nos indican lo que debemos hacer para alcanzarla,<br />

en tanto que cualquier tipo de exceso conspira contra<br />

la ambición de alcanzar una felicidad plena y perfecta.<br />

A la vez, por paradójico que resulte, el camino a muchos excesos<br />

llega bajo la promesa de una felicidad plena y perfecta,<br />

por pasajera que esta sea.<br />

La felicidad paradójica, precisamente, es uno de los principales<br />

títulos del filósofo francés Gilles Lipovetsky (París,<br />

1944), quien se encargó de analizar uno de los componentes<br />

esenciales de estos tiempos posmodernos: el vacío. Y una<br />

vez más lo paradójico: el vacío no se entiende sin el exceso.<br />

Ya en La era del vacío (1983), Lipovetsky advertía que nuestro<br />

tiempo estaba sobredeterminado por el exceso, y es por<br />

ese motivo llama a todos sus objetos de estudio les antepone<br />

el prefijo híper: hipermodernidad, hiperindividualismo, hiperconsumo<br />

e hipercine.<br />

“Híper”, de acuerdo a la visión de Lipovetsky, implica una<br />

saturación de significados que no buscan otra cosa que la<br />

desaparición de los antiguos límites institucionales: el Estado,<br />

la religión y la familia… Está convencido de que esta<br />

nueva etapa “híper” plantea una ilusión de sentidos que<br />

termina por vaciar de contenidos cuanto nombra. La felicidad<br />

paradójica lleva por subtítulo Ensayo sobre la sociedad<br />

de hiperconsumo, y Lipovetsky se detiene sobre este nuevo<br />

arquetipo social producto del exceso. La producción de<br />

bienes se centra en las personas y ya no tanto en sectores<br />

sociales (hasta Coca-Cola basa su actual estrategia en grabar<br />

nombres de potenciales compradores en sus envases), parece<br />

todo dispuesto a satisfacción del individuo/consumidor,<br />

y sin embargo –de allí la paradoja anunciada en el título– el<br />

hiperconsumista se vuelve desconfiado e infiel. Ya no sigue<br />

sólo a una marca, ahora puede entrar en Internet y comparar,<br />

analizar, reflexionar y orientar sus deseos hacia lo que<br />

más le gratifica, pero el exceso de posibilidades hace que sus<br />

emociones nunca se vean satisfechas: la experiencia de la<br />

decepción asoma rápidamente.<br />

Lo mismo aplica al desarrollo de la tecnociencia. “El exceso<br />

es propio de una sociedad que ya no tiene frenos”, afirma<br />

Lipovetsky. “La ciencia hace lo impensable y estamos en el<br />

exceso total. El culto a la modernidad tiene razones tecnocientíficas.<br />

La lógica de la técnica es ganar tiempo y dinero.<br />

La tecnología se vuelve dominante y se expresa en la cultura.<br />

Desde finales del siglo XIX los artistas celebraron la religión<br />

de lo nuevo, la destrucción del pasado, cambiar todo el<br />

tiempo por algo nuevo. El problema es que cuando no hay<br />

límites en la estética, cuando no hay rupturas y la respuesta<br />

es la radicalización. Hay una lógica vinculada al fetichismo<br />

de la novedad, y sólo la modernidad tiene esa veneración<br />

excesiva.”<br />

La realidad ha dejado de ser lo obvio, ha abandonado el terreno<br />

de la materialidad incorruptible. Quizás nunca haya<br />

sido así, quizás nunca se redujo a lo meramente fáctico. En<br />

otros tiempos incluyó a seres intangibles, fuerzas oscuras,<br />

telúricas presencias; lo ignoto, lo mágico, lo sagrado, complementaban<br />

su constancia. La realidad siempre ha sido algo<br />

más que los hechos, como si su verdad hubiera querido estar<br />

en otro sitio, ser otra cosa. Hoy, de una manera diferente, una<br />

fuerza centrífuga la dispersa, reduplica, centuplica. La ficción<br />

sustituye a la realidad bajo la forma de una hiperrealidad.<br />

La diferencia con el ayer estriba en que, si en las anteriores<br />

ocasiones el demérito de la empiria era el ocultamiento de<br />

una realidad más profunda, en el presente se nos revela<br />

como la emboscada del hueco, la pura apariencia tras la cual<br />

nada existe. En el exceso de estímulos posibles, de máscaras<br />

y explicaciones globales, en este catálogo infinito de paraísos<br />

artificiales, también hay lugar para los caprichos del vacío<br />

* ESCRITOR, TRADUCTOR y PERIODISTA, ha publicado varios libros de poesía y<br />

editó la colección Planeta Nómade sobre literatura de viajes. Aparecieron los<br />

títulos El camino de las damas, La ruta argentina, En busca de Cathay y Las huellas<br />

del río, todos en Editorial Planeta. También la antología En la vía - Relatos<br />

desde un tren y Relatos de París.

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