Revista Quid 55

Gianni Vattimo es un filósofo que no tiene pelos en la lengua.
Su cadencia prolija avanza en perfecto castellano con algunas
palabras que no llega a traducir por completo del italiano a
modo de frutas secas en la miga de su discurso. No importa el
tema, siempre sus respuestas se construyen a partir de sus bloques
filosóficos, sin exagerada complejidad y no dejando de adherir
cada ladrillo con el cemento de los autores sobre los que se
sostienen. La charla es agradable, iluminada por su experiencia
y su mecanismo de análisis aceitado. Es cierto que el cuerpo le
pesa, que en ese plano la experiencia duele, pero su mente sigue
lanzando estocadas rutilantes como siempre. Nietzsche, Heidegger
y Jesús son sus padrinos, el concepto de pensamiento débil
su florete de acero germánico.
–¿Cómo definiría el papel del exceso en el capitalismo
posmoderno? El exceso es una categoría de Georges Bataille,
de la intelectualidad francesa de entre guerras, una sobreproducción
de valores espirituales, por ejemplo. El exceso puede
ser una manera de pulsión, es decir, lo excedente no corresponde
totalmente al orden. Lo nuevo del exceso capitalista es que
necesita generar exceso. Yo no sé hasta dónde el dicho de Marx
según el cual el capitalismo se crea su propio asesino en su interior,
no se puede interpretar como un punto de vista de oposición,
como un uso del exceso en contra del capital mismo.
–¿Como el exceso de oferta hace caer la demanda? Por
ejemplo... La caída de los valores económicos, así como la oferta
de dinero implica la caída de la tasa de interés del mismo.
Siempre lo he pensado en un sentido más económico, es decir,
si tengo un solo televisor en casa, lo considero el altar, ahora
si tengo diez televisores y cientos de canales posibles soy más
libre, es como una posibilidad de liberación a través de la inflación...
También pienso en general en una idea de Heidegger
que es Verwinder, que es la idea de que no podemos sobrepasar
la metafísica, el sistema de dominación, etc., pero sí podemos
distorsionarla. Siempre pienso en la relación de esto con la economía
o con algunos excesos del capitalismo, como una forma
de utilización irónico-distorsionante... Uso siempre este ejemplo,
pero no sé hasta qué punto es real porque no fui personalmente,
pero hay un salón de erotismo que se hace en Bolonia, y allí, en
un contexto de incitación sexual, algunos participantes se ponían
una máscara y un traje de astronauta, en este sentido utilizar
este implemento como recurso de excitación sexual resulta algo
así como un erotismo excesivo, distorsionado. Llevado al capital,
esto tiene que servir a una forma de, no digo revolución, pero sí
de negación de la cosa misma, de la estructura líquida del dinero.
–Resulta reveladora en este sentido la distancia que hay
entre el ébola en África y la misión Rosetta aterrizando
en un cometa. La posmodernidad parece el reino de lo
irracional. Sí, porque básicamente la tecnología incluye como
una estructura internacional pero tiene una vocación o un impulso
a ir más allá de sí misma, pero creo que es por un efecto
de la utilización capitalista de la técnica, ya que la técnica no
exige un desarrollo total. Creo que soy un filósofo como otros
que critican el dominio de la tecnología, pero criticando al capital.
Lo mismo sucede con la cultura. Hay un antropólogo alemán
que se llamaba Arnold Gehlen, que tienen mala reputación
por haber estado vinculado con el nazismo, pero que describe
al hombre como un animal incompleto, es decir, que nace con
menos especializaciones, menos instintos especializados, que
los animales. Un gato, normalmente, no se quema dos veces, el
hombre sí... Esto significa que la cultura es como un exceso de
incompletud, al cual se responde con un exceso que va más allá
de las necesidades vitales inmediatas. Porque la construcción de
una visión racional del mundo ayuda sí a defenderse, pero tiende
a ir más allá, incluso hay una pulsión de trascendencia. Por
lo que la cultura misma es un exceso que no está inscrito en la
naturaleza, pero que es requerida para la supervivencia misma.
–¿En este sentido, el problema de crear una ética posmoderna
iría en contra de la producción? Sí, esto lo pienso,
me interesa un movimiento llamado MAUSS. Es un movimiento
francés inspirado en Marcel Mauss, el antropólogo que introdujo
la teoría del don, del regalo, como base de la economía.
Este movimiento que tomó su nombre describe la posibilidad de
un antidesarrollo feliz, es lo que se llama el antiutilitarismo.
–Varios movimientos ecologistas plantean lo mismo pero
también que para hacer el cambio habría que hacerlo
tan rápido que ya sería difícil hacerlo a tiempo... Sí, pero
al mismo tiempo hay que tener en cuenta que a finales de siglo
XIX la gente de Londres se preocupaba porque iba a quedar
sumergida por el estiércol de caballos, cuando justo se descubrió
la gasolina, cuando ya estaban con la mierda al cuello (risas)... Yo
espero que se descubra algo, pero además ya pueden construir
coches eléctricos, con hidrógeno... Pero también veo otro exceso
en la utilización de productos previos que se siguen usando
porque hay que terminar los stocks. Por ejemplo, yo tenía una
amigo que se murió de SIDA, ya existía la forma de tratamiento
actual en ese momento, pero la gente del hospital tenía que usar
el stock del medicamento precedente antes de darle el último
producto mejorado, es increíble, pero esto creo que también
vale para los autos ecológicos... Esto me recuerda la idea de Nietzsche,
cuando habla del superhombre, decimos que el hombre
actual tiene el límite de no ser capaz de elevarse por sobre sus
propias capacidades tecnológicas, no está a la altura de sí mismo.
Es una forma de exceso por una inercia previa... Por ejemplo,
hoy la basura es el exceso máximo, justamente como la mierda
en el caso de los ingleses... Sobre todo cuando la basura es peligrosa
en sí misma, como la nuclear. La razón por la que ya no
producimos más centrales eléctricas atómicas, creo que es porque
la basura que genera es tan peligrosa que se tendrían que
militarizar áreas enormes para guardar basura...
–Así podemos terminar en la lógica extrema de tomar
nuestro propio orín... Sí, escuché sobre eso. ¿Pero no se le
podría añadir un poco de azúcar? (risas).
–¡No, el azúcar es mala como la sal! Todo esto va en el
sentido de otro exceso por reacción, el de la sanidad... Sí,
¡basta, tengo amigos que se niegan a tomar hasta una aspirina!
–Parece como que estas corrientes surgen por la necesidad
de elegir una ética propia... Y el ecologismo tiene que
ver con la ética tradicional cristiana, o filosófica, porque incluso
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