Revista Quid 55

Semblanza
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Un Nobel nada banal
La Academia Sueca de Letras eligió a Patrick Modiano como el último Nobel de Literatura “por su arte
de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más difíciles de retratar”
Por Eduardo Dubians
Cuando en 1969 el genio irlandés –residente
en París– Samuel Beckett se enteró
de que era el nuevo Premio Nobel
de Literatura, su primera reacción fue
preguntar: “¿Qué he hecho yo para
merecer esto?”. Trece años más tarde,
el colombiano García Márquez recibió
la misma noticia con otra curiosa afirmación:
“Es una suerte. De este modo,
ya no tengo que seguir esperándolo”.
El último Nobel, el francés Patrick
Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945),
con seguridad se encontraba tan lejos
del escepticismo de Beckett como de la
expectativa de Gabo. Es muy probable
que en su fuero íntimo haya sido el primer
sorprendido.
De no ser porque uno imagina a los
miembros de la Academia Sueca de
Letras como graves y circunspectos señores
que analizan cada elección a conciencia
de los méritos y deméritos de
cada autor afortunado, bien se podría
suponer que cada reunión de octubre
se convoca a un Troll o duende de los
bosques, un espíritu juguetón que acaba
una y otra vez por imponer sus caprichos.
Así se aprueban ciertos autores y
desaprueban otros, en ocasiones porque
la balanza inclina su favor en dirección
hacia una cultura supuestamente
periférica que merece ser reconocida
(china, árabe o africana), y otras en razón
de alguna causa perdida no siempre
sencilla de aclarar. Justo es decirlo: la
mayor de las veces se ayuda a echar luz
sobre obras que, de no haber obtenido
el Premio, hubiesen sido injustamente
olvidadas o rescatadas por una minoría
(Canetti, Szymborska, entre otras). De
los últimos franceses que alcanzaron
el Nobel, están Claude Simon (1985),
que representó a todo un movimiento:
el objetivismo, conocido en los 60 como
el nouveau roman y que expresaba al