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Revista Quid 55

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Tema de tapa<br />

dos<br />

36<br />

Lengua emborrachada<br />

de AMOR<br />

Por Silvia Hopenhayn<br />

¿Lo excesivo es necesariamente demasiado?<br />

¿No estará más próximo de lo que no<br />

alcanza, que de lo que rebasa? ¿Cuál es<br />

su medida, el interior o el exterior, el envase<br />

o lo que ingresa? Y cómo se colma,<br />

¿por apetito o insatisfacción?<br />

El exceso parece estar del lado del “más”<br />

y no del “menos”; pero así como no todo<br />

lo que brilla es oro, no es vicio toda demasía,<br />

ni suficiente lo que parece mucho.<br />

En la literatura, el exceso permite vislumbrar<br />

lo que no hay. Es una forma de crear.<br />

El exceso es un plus, lo que se requiere<br />

“de más” para comprender lo que se escapa.<br />

Algo así como el relleno del agujero.<br />

Hay una figura que lo ilustra de manera<br />

clara y bellamente, en la novela de Robert<br />

Musil, El hombre sin atributos.<br />

Cuando Clarisse, el personaje femenino,<br />

se saca el anillo y acompaña el gesto con<br />

la siguiente observación: “Si se pudiera<br />

seccionar toda nuestra vida, dice, tendría<br />

el aspecto de mi anillo –y se lo desliza del<br />

dedo para mostrarlo–, quiero decir que<br />

en el centro no hay nada, está vacío y, sin<br />

embargo, es el centro lo que cuenta”. La<br />

imagen es perfecta: lo que vale del anillo<br />

es el hueco. Ese hueco lo convierte en<br />

lo que es: un anillo. En este sentido, el<br />

exceso es un intento de calzar el dedo al<br />

anillo… la vida al vacío de existir. ¡Y el<br />

lenguaje es fundamentalmente lo que<br />

rellena! Pienso en dos ejemplos distantes<br />

de lengua excesiva en busca del sentido<br />

–incluso a través del non-sens–: Gustave<br />

Flaubert y César Aira.<br />

El primero por ajuste, el segundo por<br />

desenfreno. De doce páginas que escribía,<br />

era habitual que Flaubert rescatase

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