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Kim Jong II<br />
Tema de tapa<br />
cinco<br />
Si los hombres fueran<br />
ángeles, ningún gobierno<br />
sería necesario.<br />
El Federalista Nº LI<br />
(atribuido a James Madison)<br />
Excesos y abusos de poder<br />
Nepotismo, escándalos sexuales, corrupción, rent-seeking y pork-barrel son algunos de los delitos que<br />
pueden perpetrarse en los círculos más encumbrados del poder<br />
Por Emilia Simison*<br />
76<br />
Los “federalistas” sabían, cuando planeaban<br />
la constitución política de los<br />
Estados Unidos, que no podían dar por<br />
sentada la moderación y virtud de ciudadanos<br />
y gobernantes. Y si bien no fueron<br />
los primeros, ni los últimos por cierto, en<br />
verse en la difícil tarea de diseñar instituciones<br />
para hombres imperfectos, tal vez<br />
sí estén entre quienes más claramente<br />
expusieron el problema. Un ejemplo es<br />
El Federalista Nº LI. Allí, James Madison<br />
se ocupa de los excesos y el abuso de<br />
poder y afirma que la única manera de<br />
evitarlos es contrarrestando la ambición<br />
del hombre político con más ambición.<br />
De esta manera, lo único capaz de evitar<br />
que la ambición de un hombre de gobierno<br />
lo lleve a abusar del poder que le<br />
ha sido otorgado, sería que tenga enfrente<br />
(o al lado) a otro hombre ambicioso.<br />
Aún en nuestros días observamos esta<br />
idea en práctica siendo su componente<br />
más visible, aunque no el único, la división<br />
del poder político en más de una<br />
rama con atribuciones distintas y poder<br />
para controlar a las demás. Sin embargo,<br />
evitar los excesos por parte de aquellos<br />
hombres que controlan el poder político<br />
no parece ser una tarea sencilla ni aun<br />
contando con las constituciones mejor<br />
diseñadas.<br />
Más bien todo lo contrario. Y, a decir<br />
verdad, los excesos en el uso del poder<br />
suelen ser lo primero que se nos viene a<br />
la cabeza cuando pensamos en los políticos.<br />
De hecho, la icónica revista Time<br />
publicó hace un tiempo un listado con<br />
los que consideran los diez casos más<br />
escandalosos de abuso de poder y que<br />
incluye, junto con casos de corrupción a<br />
lo ancho y largo del mundo, casos como<br />
los “plomeros” de Richard Nixon, que<br />
evitaban que se filtrara información<br />
sobre los trapos sucios del presidente<br />
y buscaban maneras de solucionar los<br />
escándalos si eso sucedía, el nepotismo<br />
sin tapujos de Muammar Gaddafi o los<br />
escándalos sexuales de Silvio Berlusconi<br />
y Kim Jong II. Y no hay que buscar<br />
demasiado para encontrar varios casos<br />
que también merecerían un lugarcito en<br />
la lista… Pero tal vez lo más interesante<br />
de estas historias es que si bien algunas<br />
de ellas implican claras transgresiones a<br />
la ley, otras se colocan cómodamente en<br />
los espacios grises que, justamente por<br />
su falta de definición, son los más difíciles<br />
de controlar.<br />
Un caso interesante es la corrupción.<br />
Definida usualmente como el abuso del